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la tribu dorada

Taylor Swift, entre la guitarra y la cosmética

Lo que me pasa a mí con Taylor Swift, que ya ha dicho que se casa, es que me cuesta ver que canta. De manera que no acabo yo de encontrarle a la artista el acento, la eternidad, la corneta

Taylor Swift, en el concierto en Madrid en 2024 IGNACIO GIL
Ángel Antonio Herrera

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Ya ha dicho Taylor Swift que se casa, y esto es una novedad proporcional a un disco, quizá, porque Swift es la vecina que todo nos lo acaba contando en un estadio de cien mil cofrades. La primicia no es un susto, porque el ... consorte futuro es el novio en curso, Travis Kelce. Lo que me pasa a mí con Swift es que me cuesta ver que canta. De manera que no acabo yo de encontrarle a la artista el acento, la eternidad, la corneta. De manera que la artista me queda en la lejanía. Quiero decir que llevo un tiempo observando el caso Swift, y me quedo en el formidable prodigio logístico, porque en lo musical sigo sin saber si me emociona poco o nada. O acaso sí lo sé. De manera que me impresiona su maquinaria, pero me falta el descosido, el derrumbre, la herida, y me falta el temblor que envenena, más allá de la sofocante coreografía sentimental, que incluye pulseritas. Y ahora un anuncio planetario de boda, que es como ir celebrando la luna de miel en instagram, durante vísperas incontables. Pero naturalmente hay que reconocerle la matemática de éxito.

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