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bala perdida

El silencio de los corderos

A la muerte la molestaron los vecinos en la dana, al intentar contactar con un desaparecido

Vida de media cama

El magisterio de los enfermos

Ángel Antonio Herrera

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Sigo viendo ahí, en la órbita del luto de Valencia, dos silencios clamorosos, que atan una única verdad: la muerte no coge el móvil. Resulta que algún padre, o alguna madre, llamó a un hijo, a una hija, en el día aciago, y nadie ... contestó, porque la muerte ya había ocupado ese móvil inútil, que así sonaba para nadie. Por la otra punta, y a esa misma hora, no sé yo si llamaron al presidente Mazón mucho o poco, pero sí aprecio que en torno a Mazón se ha concretado un silencio, o un cinturón de silencios, que avalan una lealtad que acaso es servidumbre, larga y miserable servidumbre. A la muerte la molestaron mucho los vecinos desesperados, venga a llama al móvil de un desaparecido, pero a Mazón no le molestaron tanto, porque al jefe mejor darle poco incordio, que está de sobremesa. Los silencios que se han levantado en torno a Mazón apuntan que cruzamos una temporada en la que los partidos son jerarquía pura, y conviene darle poco o ningún disgusto al jefe, que para eso estamos. Sirve la mansedumbre si miramos a derecha, o a izquierda. Lo de Mazón no hay quien lo entienda, pero nadie de sus leales próximos le avisó a tiempo de la seriedad homicida de unas horas bárbaras, y tampoco después nadie ha dado alguna versión que replica la versión que él ha dado de una tarde más bien sepultada, que son muchas versiones. Hasta los camareros del Ventorro vienen guardando un silencio fijo, aunque esto ya lo comprendo mejor, porque los camareros son siempre los cómplices de las deshoras de otros. Las más de doscientas víctimas de la dana nutren, desde la desgracia, el silencio de los corderos, la aldea callada de los que ya nunca iban a coger móvil, porque eran amados difuntos. Hay otros silencios en ese día, pero ya no inocentes. Qué vértigo en pie, qué orfandad sin víspera, qué recado funeral llamar al móvil de quien amas para saber que, si no te responden, te está respondiendo la tragedia inapelable. Hasta hoy.

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