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bala perdida

Sabina nunca se irá

Un hombre que entendió que vivir es exagerar, que amar es exagerar, que morir es exagerar

Un caso de decencia

Plató de autógrafos

Ángel Antonio Herrera

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Siempre supe que no es mal sitio para vivir un concierto de Joaquín Sabina, pero ahora aún más, porque fui a verlo la otra noche, y ahí en lo alto del lunes nocturno me ardió en condiciones el corazón sitiado que pasa, que no ... pasa. Naturalmente, ya no vamos a que Sabina nos cante lo suyo sino a cantarle nosotros lo nuestro, que es su propio repertorio. No intuyo mayor gloria para un artista. No avalaría yo que haya un drástico autobiografismo, en Sabina, pero un búcaro de sus versos cantados sí encierra alguna de nuestras mejores noches, o peores. De manera que se nos ha adelantado en el alejandrino que no hicimos, y acaso en la vida salvaje que sólo sostuvimos un momento. El repertorio de Sabina, podio de los cancioneros en español, es además lo mejor de nuestro karaoke interior, y a él mismo vamos a gritárselo, en estos días, porque toda canción en común es una eternidad. No puede uno tener mejor cita que una cita en una canción, y así nos vemos con Sabina, un par de horas, porque llevamos a bordo de sus letras una vida entera. Hay en la literatura de Sabina una deshora de última lámpara, una penumbra de romances febriles, una herida de porvenires olvidados, y hay, por encima o por debajo de todo eso, una torería ante el abismo, que no sólo incluye el trato con vampiras de paso sino la contemplación en soledad del propio espejo, donde sólo la poesía nos explica, y a veces ni eso. Porque la poesía es arterial, en Sabina, con la melancolía, el humor, o el tabaco. Practica con magisterio el soneto, y alguna otra horma clásica, «en sílabas contadas», y hace versificación constante en sus canciones, donde no sólo hay jarana diversa y un tanga por montera, sino el retrato largo de la soledad de un hombre que entendió que vivir es exagerar, que amar es exagerar, que morir es exagerar. Algún día arriesgué que Joaquín es un atleta. Y aún hoy lo creo, o aún mejor: lo creo hoy más, todavía. Cómo no vamos a querer, hasta el hueso, a un tipo que nos ha leído en canción la propia vida, entre la imaginación y la nolstalgia. Tan joven, y tan viejo. Nunca se irá.

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