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bala perdida

La pureza del alzhéimer

A nada que te descuidas, un anciano es un vagabundo, tu propio padre es un vagabundo

La corrupta Kitchner

El Peugeot de la alegría

Ángel Antonio Herrera

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A ratos decae uno en el estremecimiento, porque resulta que en nuestra misma ciudad de injurias y vanidades una pareja de ancianos sale a pasear y encuentra el extravío. Los dos soportan alzhéimer, y les encontró un dron milagroso, el hombre caído en una ... zanja profunda, la mujer en posición fetal, como un jirón ausente, en medio de un descampado. La estampa de vista aérea rueda por ahí, y lo que delata es que ser viejo, en la ciudad, es una experiencia extrema. A nada que te descuidas, un anciano es un vagabundo, tu propio padre es un vagabundo. Ya digo que no salgo del estremecimiento porque estas dos criaturas salieron a buscar juntos el parque en el que fueron jóvenes enamorados, un parque que ya no existe sino en la memoria de ambos, que igual ya no saben muy bien cómo se llaman, pero sí que hay un sitio cerca donde un día se miraban a los ojos y sobraba el mundo. A cierta edad, el porvenir está en el recuerdo, y esta pareja salió un rato al recreo de volver a verse en un parque, que ya no existe, pero sí, porque la nostalgia es una fantasía, y el alzhéimer para estas aventuras es una loca bendición. Si pierdo la memoria, qué pureza. El verso nos sirve para iluminar algo más este episodio, que trae, en efecto, la pureza de dos viejos que han ido a encontrar la propia memoria del pasado, perdiendo previamente la memoria del puro presente. Algún policía del rescate dijo que obviamente estaban muy desorientados, y esta desorientación yo la quiero leer como una desorientación mayor de la propia desorientación de un mal de demencia, porque estos dos enamorados habían desertado del mundo del momento, de la hueca vida del presente, para darse un rato de felicidad en el pasado celeste, que a veces tiene nombre de parque, un parque de primeros besos y atardeceres prometedores, cuando la existencia se parece al esplendor de la salud. Son de mi propia familia los que huyen hacia sí mismos, porque somos los que se van. A mis viejos de hoy se les olvidó enseguida la angustia, pero ahí en el corazón les sigue el terco parque imaginado.

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