bala perdida
La madre de Rubi
El hijo ya sabemos que es un calvo que se despeina mucho, por euforia, o por chulería, o por todo junto
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Iniciar sesiónEn el campeonato que se viene montando alrededor de Rubiales no se salva nadie, menos su madre. La madre acaba de llegar a este postmundial salvaje, se llama Angeles Béjar, y ha cumplido huelga de hambre en la iglesia de su pueblo, hasta que ... la han llevado al hospital. En lo que importa, las madres nunca pierden la razón, y ahí está Angeles, que se ha encerrado en la rebelde santidad que es una madre, cuando le tocan a un hijo. El hijo ya sabemos que es un calvo que se despeina mucho, por euforia, o por chulería, o por todo junto, y ahora ha perdido la vida laboral por delicadeza, porque delicadeza es un beso, si miramos la hoja de servicios de Rubiales, que es una larga hoja ensombrecida por compadreos impunes, preferencias saudíes, y poca lujuria por el fútbol femenino, hasta que ganaron las chicas lo que han ganado. Pero a lo que yo iba. La familia no consanguínea de Rubiales nos ha salido total. Los dos entrenadores, Jorge Vilda, y Luis de la Fuente, aplaudieron a Rubiales, tan contentos, en la comparecencia inolvidable, igual que aplauden los forofos alelados, que nunca saben si aplauden el gol propio, o el gol de contrario. No fueron los únicos, ese día. Después, Iceta ha estado muy digno, celebrando el aseo legal del Gobierno, pero el mismo Gobierno estuvo mirando por el cuidado del calvo que se despeina, durante varias temporadas. Al sucesor de Rubiales, Pedro Rocha, se le adorna como embajador del cambio de futuro en el fútbol, pero el embajador ha sido un colega fijo de Rubi, con lo que quizá el nuevo rumbo pretendido sólo pasa por variar el tinte de las camisetas, y poco más. Mientras la señora Angeles hace misa de hambre, por el hijo, y recae en un hospital, la familia apócrifa que rodea, o rodeaba, a Rubiales, ha cambiado el aplauso de media sonrisa por la espantá con nota de prensa, en twitter, o en el telediario. De Vilda a Iceta. Y por en medio una alineación de hipócritas o pusilánimes. No se salva ninguno. Han logrado la excelencia, aunque falta saber la excelencia en qué. La madre, eso sí, una santa.
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