bala perdida

Ábalos, estrella del rocanrol

Ábalos tiene biografía en los hoteles de paso, mientras la juventud se va a pensar al spa

Anatomía del domingo

Xabi, 'dandy' de rabia

Tan alegre va el cancán de la temporada, que se viene reuniendo más tertulia a propósito de las coristas de Ábalos que de la catarata de la corrupción. Nos importa más el merecumbé sexual de un político que el jaleazo de llevárselo crudo entre ... amigotes del Ministerio. Nos importa más, y nos escandaliza más. De manera que no tenemos remedio. De manera que debiera preocuparnos, y mucho, que en el temario esencial de nuestras inquietudes de ciudadanos quede más alto un tanga que un trinque. La política igual tiene poco apaño, de momento, pero igual el peatonaje tampoco. Ya digo que la baraja de amoríos más o menos mercenarios de Ábalos le va poniendo mucha amenidad a los telediarios y al Sálvame que creemos que ya no hay, y le ha ganado el asunto en soleado despliegue y cháchara masiva a las novedades de las comisiones amañadas, ese cáncer de las democracias solventes. Tan del revés llevamos el mundo que José Luis Abalos se nos ha revelado como un señor con la vida salvaje y secreta de un rockero, con la mala vida de la lujuria de pago que cumplían antes las estrellas del rocanrol, que ahora hacen estribillo de vegetarianos y van al gimnasio. Las mocedades perpetran ahora música, literatura, cosas, pero tirando de un menú de quinoa y un horario de novia fija, mientras un ministro hace la ruta canalla de las chavalas de tarifa y el trasnoche de golfería. Ábalos tenía momentos de rockero de los que ya no hay, y esto ha sabido verlo enseguida en este periódico Bruno Pardo, que mira donde no mira nadie. Ábalos tiene biografía en los hoteles de paso, mientras los creativos de la juventud se van a pensar al spa y llevan a la novia a comer a casa los domingos, entre galgos como duques y tartas de tontuna. Nos ocupa antes la censura de lencería que la crítica de desfalco. Menos mal que el Gobierno va a poner enseguida remedio a la corrupción quitándole el tajo a las prostitutas.

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