LA TERCERA
En los 40 años de 'Europa'
«La historia en 'Europa' no es más que un tapiz o un lienzo en el que se descifra al ser humano. Mesanza va descerrajando los misterios para mostrar el bien del que es capaz el hombre, y también el mal, en una poética de tensión entre lo individual moderno y lo indeleble antiguo»
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Fue en Ocaña y hace cuarenta años, en unas imprentas de la localidad, donde se dio a luz una obra, o su preludio, sin la que no puede entenderse la poesía española de las últimas décadas. Fue Julio Martínez Mesanza y fue 'Europa'. Apenas ... catorce poemas culminados en un colofón que no escribió el autor y precedidos de una 'Poética' brevísima, escrita en 1982, año anterior a su publicación. Salió el libro acogido por las guardas de 'La tempestad', una colección de poesía dirigida por Luis Alberto de Cuenca y Víctor Infantes. Casi no era un libro; sus hechuras anovilladas lo llevaban más a los terrenos de la 'plaquette', aunque su bravura hiciera que cada poema resonara a obra llena.
La España poética de entonces, que en buena medida sigue siendo esta, era ya la de la poesía de la experiencia. Tras las huellas de Jaime Gil de Biedma y de Luis Cernuda, una nueva generación de poetas inaugurada por la otra sentimentalidad granadina reataron el ensimismamiento poético, el culteranismo de calle ancha y las certezas que sus predecesores tuvieron, para desplegar una poesía que ya no era del yo –toda poesía lo es en mayor o menor medida– sino sobre el yo. El poeta de la experiencia se entregó a sí mismo, disponiéndose como parte de su obra, artísticamente transfigurado en protagonista.
Esta generación, cuyos límites cronológicos, geográficos e incluso poéticos a menudo se han trazado muy a la ligera, llevaba inscrita, casi como marca de naturaleza, la variedad temática y estilística, tanto entre los autores que la componían, como en sus obras, que variaban de formas y temas de libro en libro. Esto se empleó para adolecerles, algunos, y resaltarles, otros, cierto relajo formal. Y aunque ciertamente fue así, no fue realmente por desconocimiento, sino por cierto hálito de ruptura con sus predecesores y un intento, además, de diferenciarse de otros poetas mayores que encontraban en los 80 un nuevo camino estético.
Y al fondo de todo esto, discreto, Mesanza. Ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor, terciando su veintena en aquel Madrid de unos 80 recién paridos, el poeta iba madurando su 'Europa'. Algunos nos lo imaginamos viendo ya caballos y batallas, espadas y torres, heroísmos y miserias del hombre. Y todos habremos de agradecerle a Luis Alberto de Cuenca su papel principal en que a Ocaña llegaran aquellos poemas liminares con los que se inauguró 'Europa'.
La edición de 1983 fue ampliándose en sucesivas entregas. En el 86, la sevillana Renacimiento publicó un nuevo volumen; también en el 88, en La Pluma del Águila y la que es, hasta ahora, la edición más completa: 'Europa y otros poemas', publicado en 1990, en Puerta del Mar. Completan la almena los poemas de un libro extrañísimo y feliz, 'Fragmentos de Europa', que abarcan anotaciones, versos e ideas desde 1977 hasta 1997 y que publicó la Universidad de las Islas Baleares en 1998.
Esta retahíla da cuenta de algo esencial: 'Europa' no es un libro, ni tan siquiera es un proyecto literario, es, grandemente, una idea. Una que hoy, cuarenta años después, es ya visión; un encuentro sentimental e intelectual con la Europa levantada por Roma, Atenas y Jerusalén. Desde aquellos 22 años en los que Mesanza comenzó con sus pespuntes poéticos, hasta este 2023 en el que, con méritos acumulados más que de sobra, cuenta con el Nacional de Poesía, la 'Europa' mesanciana permanece encumbrada, intacta, sin que los vaivenes de modas, estéticas y cofradías literarias la rocen si quiera.
Tanto así, que 'Europa' es, con mucho, la propuesta poética más original de las últimas décadas. ¿Afirmación tajante? ¡Por supuesto! ¿Por amistad? ¡Y qué mejor razón! Pero, además de la amistad, que queda patente, hay otros argumentos: mientras la poesía de estos últimos decenios se nos ha descubierto pensil y por pensil, fungible, la de Mesanza no. 'Europa', en su totalidad hasta hoy, no abarca mucho más que varias decenas de poemas; centena y media, quizá, pero su vigencia permanece, la de cada uno de los poemas. Y esto conlleva una vibrante paradoja.
Si no hay temporalidad mayor que la historia, ¿cómo un poeta que la emplea puede sobrevivir al tiempo y su paso? Se ha dicho de Mesanza y de 'Europa' que son poeta y poemas de la historia. Y no, o no enteramente. No, porque no dibuja escenas ni recrea hitos como pudiera hacerlo un pintor o un fotógrafo. La historia en 'Europa' no es más que un tapiz o un lienzo en el que se va descifrando al ser humano. Mesanza va descerrajando los misterios para mostrar el bien del que es capaz el hombre, y también el mal, en una poética de tensión entre lo individual moderno y lo indeleble antiguo. La historia y la guerra –que también se le ha tildado de belicista– son el suelo que necesitan la luz y la claridad para hender sus haces y mostrar al hombre valeroso, con el arco tensionado, y también al derrotado, triste, como el espartano que tira su escudo, abatido y harto. Para mostrarnos a nosotros, tan valientes a veces, tan cobardes otras. Y es por eso por lo que sobreviven: porque Mesanza no dice, mírame ni miraos. Dice, sencillamente: míranos.
Mesanza, con Dante y Aldana en su legado, va instilando, poema a poema, un conocimiento profundo de las pasiones del hombre, de esas que la modernidad, herida de iuspositivismo, desecha por candentes y humanísimas. Es la suya una poesía pasional, de esas que los avances científicos no podrán comprender porque no se extingue; una poesía que no busca consensos ni palmas, con rebatos de blasón y pífano. De una formalidad pulcra –endecasílabo blanco nunca terminado en esdrújula ni aguda– cuya sencillez no se intuye hasta que no se lee. Tampoco hay metáforas ni palabras cabalísticas. La de 'Europa' es una poesía sencilla sin coloquialismos, que tiende más a la elegía de las lágrimas de las cosas, que a la épica postrer que algunos han señalado y que no es ni lo uno ni lo otro, directísima y refinada, de la que es imposible salir indiferente, que lo deja a uno rebosando, feliz, con olor a panoplia nueva.
Se cumplen cuarenta años de aquella primera 'Europa'. Cuarenta desde que Martínez Mesanza desbordara la casamata del silencio. Unos pocos poemas le bastaron; unos pocos aún le bastan. Cuarenta años ya; cuarenta acogiendo lectores en su particular mundo; cuarenta alertando de que ese mundo no es suyo, sino nuestro, solo que lo hemos olvidado; cuarenta años, en fin, que anuncian otros cuarenta y otros tantos, porque ha quedado ya fijada esa 'Europa' suya en esta vida nuestra.
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