el batallón
Una escopeta de feria
Las cabañuelas eran el departamento de análisis del Instituto Max Planck comparadas con las columnas de Krugman
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Iniciar sesiónSe jubila Paul Krugman como columnista sin que, doce años después, se haya cumplido el más famoso de sus vaticinios, cuando allá por 2012 le daba al euro un par de meses de vida. Por entonces, el gran santón de la economía izquierdista venía ... con la medalla del Nobel casi recién estrenada y su catastrófico pronóstico (publicado por el 'New York Times', esa biblia progre en papel prensa) competía esos días con el fin del mundo profetizado (en el siglo XVI) por los mayas para diciembre de ese año. Ambas predicciones tenían la misma ciencia, es decir, ninguna, por lo que ni los mayas ni Krugman acertaron y el planeta sobrevivió y el euro siguió ahí, con esa 'mala salud de hierro' que le lleva de achacoso a encontrarse como un toro dependiendo de esto y aquello pero siempre vivito y coleando.
No es la del fin del euro la más estrepitosa pifia de Krugman sino una más de esa bien ganada fama de escopeta de feria de estos veinticinco años de columnismo. Además de asegurar que era inevitable que Rajoy decretase un 'corralito' en 2012, antes dejó por escrito que el crecimiento de Internet se detendría inevitablemente en 2005 y que su impacto no superaría... ¡al del fax! Cráneo privilegiado. O cuando a comienzos de siglo le propuso a Greenspan, mandamás de la Reserva Federal, que creara una buena burbuja inmobiliaria para sustituir a la de las puntocom. O cuando afirmó en 2011 en la también muy progresista CNN, y totalmente en serio, que una invasión alienígena ayudaría a superar la recesión que afligía la economía americana pues «si descubriéramos que los extraterrestres planean atacarnos y necesitáramos una inversión masiva para contrarrestar la amenaza, la inflación y el déficit presupuestario serían un problema secundario y esta recesión podría terminar en 18 meses. Sería irrelevante que tal amenaza fuera real. Daría lo mismo». Krugman arreglaba todo en un periquete, estaba tan acostumbrado a equivocarse que trivilizaba la mella que tanto trastazo causaba en su presunta eminencia. Sus columnas del NYT no estaban basadas en el método 'prueba-error', 'prueba-error'. En su caso era 'error-error', 'error-error', pues su hábitat natural era la pifia. Lo insólito es que con semejante colección de calabazas mantuviese aún la columna, donde no ha dejado nunca de equivocarse. A veces daba la sensación de que las predicciones y análisis que publicaba estaban sometidos al mismo esfuerzo empírico que el tipo que se sube al tejado de su casa, se chupa el dedo, lo pone al aire y pretende adivinar si va a llover en Semana Santa. Las cabañuelas eran el departamento de análisis del Instituto Max Planck comparadas con el método Krugman.
Poco a poco fue perdiendo el liderazgo en pensamiento económico del sector 'progre' planetario. Luego, por la izquierda, llegó Thomas Piketty, disfrazado de Marx (entre Karl y Groucho), con sus tablas tramposas, sus fórmulas para eliminar la desigualdad, sus teorías sobre la concentración del capital y el resto de su monserga indignada. Sus manuales 'sólo' han servido al francés para hacerse millonario y para que Yolanda Díaz encuentre un nuevo referente leyendo apenas la pestaña de sus mamotretos. Muy chulo todo.
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