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el batallón

El esclavo feliz

Despertaba honda perplejidad ver a Sánchez sonreír el otro día desde el atril de La Moncloa tras asumir una nueva humillación ante el forajido de Waterloo

Aquel 'Titán de Paiporta' se encara con Trump

El feriante

Álvaro Martínez

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«Que feliz es ser esclavo cuando se es un esclavo feliz». Lo dejó dicho Plauto en su obra 'Miles gloriosus' (o 'El soldado fanfarrón') y hoy, veintitantos siglos después, Sánchez se viste de romano para aparentar que está loco de contento de ser ... esclavo de un prófugo de la Justicia, de quizá el delincuente más famoso de España, que en este sainete es como ese paciente del chiste que, según se sienta en el sillón de la clínica, mueve un poco la mano, le agarra un poco más abajo del ombligo y dice al dentista: «A que no nos vamos a hacer daño...» Despertaba honda perplejidad ver a Sánchez sonreír el otro día tras el atril de La Moncloa –la hermosa ergástula donde se ha encerrado con Begoña– tras asumir una nueva estruendosa humillación, la enésima, ante el forajido de Waterloo, imperturbable frente al siniestro que acaba de ocurrir en el Consejo de Ministros que él preside: el Gobierno de España convertido en rehén de un tipo que huyó del país en el maletero de un coche, a la espera de que el fulano del flequillo termine de achatarrar el decreto ómnibus para dejarlo en las dimensiones de un patinete, todo ese «dolor social» (Sánchez dixit) convertido en un liviano constipadillo de la noche a la mañana.

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