el batallón
El carrito de Calviño
Con la cesta de la compra subiendo un 16,6 por ciento, Sánchez sostiene que hasta los votantes del PP le paran por la calle –esa que no pisa– para felicitarle
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Iniciar sesiónAhora que media España y la otra media están buscando el supermercado donde va a comprar Calviño, que debe de ser el único en el que se notan las medidas del Gobierno para abaratar la cesta de la compra, nos viene a la memoria ... que la ministra de Economía es un hacha buscando oportunidades. Viene de lejos esta pericia en cazar 'ofertas'. De hecho, ya hace más de veinte años que utilizó una sociedad instrumental para pagar menos a Hacienda cuando se compró el chalé de Mirasierra. Más de trescientos metros cuadrados de vivienda merecían aquel jeribeque de alivio fiscal, similar al que utilizó Pedro Duque para pagar su casa de veraneo en Jávea. «Nos lo recomendaron porque tenía ciertas ventajas...», dijo el entonces ministro de Ciencia, cual abuelo al que le colaron en el banco unas preferentes, cuando le sacaron los colores sobre su compromiso con el erario público.
La búsqueda de chollos supone, por tanto, una constante en el «Gobierno de la gente» a la que ahora desde Ferraz se conmina a «defender lo que piensa». No es para menos si nos atenemos al mundo de oportunidades que se ha abierto en el entorno familiar y amistoso de no pocos y pocas que se vienen sentando todos los martes en el Consejo de Ministros. Que la primera en obtener canonjías académicas y docentes –insólitas para un currículum tan asténico de méritos y formación como el suyo– fuera la esposa del presidente animó a los ministros a imitar ese camino. «Lo que vale mi Begoña...», fue la coartada. Que el segundo en ser colocado como director general fuera un amigo de Sánchez, íntimo desde los tiempos del Ramiro, y que este fuese ascendido poco después a secretario general (pasando de 90.000 a 115.000 euros) confirmó el modelo. «Lo que vale mi colega Iñaki...». La propia Calviño, que barriendo para casa en el despacho muestra la misma destreza que cazando ofertas, intentó sentar a su marido en Patrimonio Nacional, toda una metáfora de la autoestima y providencialismo en la que se mueve el sanchismo. «Lo que vale mi Ignacio...». Aquello no terminó bien y el esposo dimitió tras el alboroto formado por el incontestable enchufe. Mucha más suerte tuvo la vicepresidenta Teresa Ribera, cuyo marido pasó de la Comisión Nacional de Competencia a la del Mercado de Valores, que incluía una lustrosa mejora de su salario, que pasó de 123.000 a 141.000 euros, un 15 por ciento más. Eso sí que es una 'transición' como Dios manda. «Lo que vale mi Mariano».
Y así, familiares y amigos de unos y otros fueron ocupando el CIS, Correos, Aena, Indra... hasta en el hipódromo de La Zarzuela colocaron a la jefa de prensa de Ferraz. «Lo que vale Maritcha...», ya saben. Pero no, según Sánchez, el chollo lo tiene España con él pues «hasta los votantes de derechas» se le acercan en tropel para decirme, ¡menos mal que estamos los socialistas en el Gobierno!». Y mientras tanto, Calviño recorre con su carrito el pasillo de la fruta de temporada buscando ofertas en el súper y las abuelas de España le compran las zapatillas a los nietos por culpa de Rajoy, como dice Chiqui Montero.
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