el batallón
Los amos del calabozo
No hay manera de que la izquierda cancele a Puigdemont y a Otegi, como ha hecho con Rubiales
Mucha plancha, Yolanda, mucha plancha (31/8/23)
Catavenenos (24/8/23)
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Iniciar sesiónDe sobra es sabido que la izquierda global, tantas veces madre y maestra de la tontuna, es la que maneja las llaves del tinglado que tiene montado alrededor de la llamada cancelación y los 'torquemadillas' del siglo XXI que funcionan como soldadesca del invento. Son ... los amos del calabozo. Lo 'woke' forma parte de nuestras vidas desde que en los campus estadounidenses se pusieron a la tarea de sentar doctrina de las ocurrencias de los llamados «movimientos sociales», seguramente bienintencionados pero con unos modos ciertamente cuestionables pues tratando de mejorar los derechos de un colectivo y en pro, o al menos eso dicen, de una «justicia social verdadera», arrasan con los de individuos u otras corrientes que no toleran. Se trata de señalar, aunque nos dijeran que eso siempre está feo, y de hasta provocar la muerte social de una persona. En el chiringuito de lo 'woke' también cabe pasar a cuchillo a la historia científica, la que nos enseñaron los maestros historiadores sobre lo que de verdad ocurrió en el pasado. Cinco siglos después y con los ojos miopes que siempre acompaña al sectarismo, se trata de ajustar cuentas con algunos de los héroes de la humanidad, a personas tan eminentes cuyo talento y genialidad nos han traído en volandas hasta hoy. El buldócer 'woke' no solo derriba sus estatuas sino la sola mención de sus gestas. Se trata de sustituir la ciencia por una especie de superchería 3.0, tan socialmente modernita como inculta.
Mucho más prosaico es lo que ahora sigue, pues tras hablar de Colón, Jefferson o Picasso da cierto rubor enlazar con Rubiales, Otegi y Puigdemont. Pero es necesario pues supone la constatación de que la izquierda maneja a su antojo la cancelación y selecciona a quién se le debe dar sepultura social y a quién redimirle de todos sus pecados, de 'homologarle' a los 'tiempos modernos'. Un ejemplo: hace dos semanas, Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, no solo pedía la fulminación de Rubiales tras lo del beso y el apretón testicular en el palco, sino que se arrancaba pidiendo la destitución del seleccionador femenino, del masculino y, si la dejan, hasta del utillero. Esta semana, sin embargo, Díaz viajaba a Bruselas para echarse en brazos de Puigdemont, un forajido que por su cuenta, cual Companys de todo a un euro, proclamó la república catalana aunque su cobardía le hizo recular minutos después, lo que le valió el mote de Puchi, 'el cagapoquito'. También recibe confortable acomodo en el club de los amigotes de la izquierda Otegi, al que se le perdona que entretuviese su juventud secuestrando ciudadanos, por lo que aún no ha pedido perdón ni piensa hacerlo.
Lo que hicieron Puigdemont y Otegi –dar un golpe de Estado, el uno; formar parte activa de una banda criminal que asesinó a más de 850 inocentes, el otro- parece bastante más grave que lo que hizo Rubiales, que cierto es que se comportó como el príncipe de los patanes y que terminó de estropearlo todo con su reacción posterior al lío que formó, torpe y cateta. Rubiales es 'cancelado'; el golpista 'cagapoquito' y el secuestrador 'hombre de paz' son rehabilitados. La izquierda nunca defrauda.
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