TRIBUNA ABIERTA
La derrota de la dignidad
Duele este indecoroso y lamentable mercadeo de votos, esta renuncia a cualquier disimulo, esta abyección pura y dura cuyo único fin es el poder
Las Terceras contra la amnistía
Alfonso Trallero
SE ha consumado. El desafuero y la politiquería más lamentables han tomado el Congreso y han entronizado (¿ya te gustaría, verdad, Pedro?) al peor presidente de Gobierno que ha tenido España. Y no sólo desde 1978, no, sino desde que, en 1823, Fernando VII creara ... el Consejo de Ministros y nombrara como su primer presidente a su confesor, Víctor Damián Sáez, personaje siniestro donde los haya que no duró ni dos semanas en el cargo. Fue nombrado el 19 de noviembre de aquel año, casualmente se cumplieron doscientos años el mismo día que Sánchez prometió su cargo ante el Rey Felipe, y cesado el 2 de diciembre siguiente ante el descontento generalizado (no te confíes, Pedro, no te confíes).
En estos dos siglos, la pléyade de irresponsables al frente del Gobierno daría para unos nuevos 'Episodios Nacionales'. Pero incluso aunque Galdós, a lo Robin Williams, hubiera emulado al hombre bicentenario y hubiera tenido la paciencia de seguir narrando las desventuras de nuestra maltratada España –deteniéndose en cada uno de los muchos que aprovechando el usufructo del poder político la han traicionado desde entonces– lo cierto es que, llegado aquí, hubiera tenido que abnegar de cualquier hipérbole anterior. Porque ninguna afirmación previa de inmoralidad, ninguna repulsa precedente, admitiría comparación con la del recién investido presidente.
La España de los últimos doscientos años ha cambiado mucho, y para bien. La instrucción y la educación, la sanidad y la cultura, la economía y el bienestar han alcanzado cotas difícilmente imaginables en 1823. Y, junto a todo y en gran parte como causa de todo, la ley y el Derecho han evolucionado hasta convertir nuestro país (una de las naciones más antiguas de Europa) en modelo seguido y admirado afuera.
Por eso mismo duele tanto comprobar esta desvergüenza, este indecoroso y lamentable mercadeo de votos, esta renuncia a cualquier disimulo, este trile puro y duro cuyo único fin es el poder, aunque se construya sobre la sangre de los asesinados, aunque se erija sobre la calumnia a nuestra historia común, aunque se vehiculice en un codelincuencial pacto con un prófugo de la Justicia, al que se entrega del modo más servil la balanza y la espada para que decapite a quienes osaron aplicar la ley.
Sánchez se ha lanzado por la peor de las pendientes, ha arrumbado la centenaria historia de un partido clave para la construcción de España, ha roto todos los consensos que nuestros padres y abuelos alcanzaron para superar las dos Españas y ha derrotado –él solo, sus cómplices sólo han seguido la senda que les trazó la misma noche en que perdió las elecciones– la dignidad de todo un país.
Pero que nadie se llame a engaño, como nos recuerda el impagable Walt Kowalski de 'Gran Torino', la verdadera dignidad siempre resiste, pues su autoridad no reside en el poder ni en la fuerza, sino en la continuidad y coherencia de sus razones. Y en no permanecer en silencio ante la ignominia.
es abogado
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