CASA DE FIERAS
Lalachús como género literario
Lo que no hay que hacer es entrar al trapo, a la trampa, a la zancadilla estatal
Derecho a ser gilipollas
La tecnología de la estupidez
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Iniciar sesiónCoincido con Lupe Sánchez en que el gobierno tiene tomada la medida al personal. Nada más penoso que entrar al trapo a la obviedad, a la bobada de turno que busca precisamente enervar al foro, porque una tal Lalachús ha venido a molestar al que ... pone la otra mejilla. Media España se ha echado las manos a la cabeza, indignada y traicionada por una televisión pública que viene dando pena desde hace décadas. Nada nuevo. Los directivos de la cadena de todos los españoles llevan tres años tratando de acertar con la pareja de presentadores. Probaron con Ana Obregón y Ana Mena. Pero como ahora se piensan más modernos que un 'éclair' de torreznos, este año decidieron que fueran la faltona y el cenit del humor, Broncano, quienes dieran las campanadas en La 1. Me dicen mis sobrinos de 11, 13 y 16 años, que las gracias de este presentador les provoca 'mazo cringe'. Al parecer, el anglicismo 'cring' puede traducirse como vergüenza ajena, grima, dentera o estupor. Para ellos, Broncano opera en un terreno de nadie porque su público objetivo es el rebotado de más de 50 años. De hecho, fueron los Javis quienes aprovecharon los experimentos de TVE para que Anne Igartiburu diera las campanadas en la fiesta que organizaron en su casa la pasada Nochevieja. Llámenme loco, pero si tengo que elegir un voto por la modernidad entre los Javis y Lalachús, me quedo con ese par de fenómenos que han puesto patas arriba la industria del cine español. Y sin ofender a nadie. Decía Noel Coward que «la televisión es para aparecer en ella, no para mirarla» y tenía más razón que un santo. Mientras se suceden los comentarios ofendidos por la actuación de esta pareja de genuinos humoristas, me temo que son ellos los únicos que han sacado tajada al asunto. Ellos y el Gobierno, claro, que ha conseguido de nuevo desviar la atención de sus tejemanejes mientras su plantel de amazonas de la dignidad literaria y periodística, ha encontrado en Lalachús no a un personaje, sino un género literario en sí misma. Es una obviedad, pero ser valiente no es insultar al cristiano. Tampoco gracioso. No me imagino a Lalachús y a Broncano criticando al Islam o haciendo de la estampita de Mahoma una broma fácil. A los de Charlie Hebdo les costó la vida. Y ya se sabe que por estas landas, mucho se habla de la cancelación, de libertad de expresión y de la cultura 'woke', pero cuando ETA mataba qué pocas plumas siguieron con tinta. Eso sí era cancelación. Son los mismos, los callados, los que ven divertido mofarse de los sentimientos religiosos de los demás y a los que molesta especialmente hablar de ETA. Lo que no hay que hacer es entrar al trapo, a la trampa, a la zancadilla estatal. Tendremos elecciones en mayo. Hasta entonces, Franco, la desconolización de Urtasun, Millán Astray y todo eso que alimenta la ceguera ideológica de tantos. Y si desde la cadena de televisión pública se sigue crispando a media España, que cambien de canal. Ann Landers, la columnista americana, dijo que la gente «está dispuesta a ver cualquier cosa en la televisión con tal de no verse a sí misma». Lo mejor será apagarla.
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