casa de fieras
La elipsis como modo de vida
Se calla y todos entienden lo que quiso decir
El mundo entero gira en torno a mí
El sentido del humor
Muchas veces no nos damos cuenta del poder de la gramática. Es lo que tiene que vayamos como pollos sin cabeza. También es culpable la manía que tenemos por tener razón y dejarlo claro, como si en cada conversación, por banal que sea, tuviéramos ... la obligación de dejar nuestro sello, opinión o mensaje. Nos damos demasiada importancia y eso, además de una pretensión, es un coñazo. Creo que la elipsis se inventó para hacernos la vida más fácil. Es la gran fugitiva de la lengua. Y deberíamos aplicarla ya no solo al lenguaje, sino al modo en que nos relacionamos con el resto del mundo.
La elipsis es un elogio de la pereza. Ahorramos palabras como quien ahorra una cola en el centro de Madrid o en la playa de Benidorm. No es necesario levantarse a las seis de la mañana para coger sitio porque no hace falta, nadie te obliga. Se puede ir también por la tarde y ahorrarte la avaricia, del mismo modo que la elipsis no necesita demostrar nada. Se calla y todos entienden lo que quiso decir. Es el silencio que vale por un discurso, el vacío que llena la página, el hueco donde se esconde lo que nadie se atreve a mencionar. Gracias a ella, los lectores no se ahogan en redundancias y los párrafos se aligeran. Es como si fuera una dieta milagro de la sintaxis. Un superpoder que consiste en eliminar todo lo que nos hace ser unos pesados y aliviarle el camino al resto. Al toque, además, ofrece una forma de complicidad con el prójimo, una conexión, una empatía en forma de gesto, de regalo y amabilidad.
En un mundo de charlatanes, la elipsis es la única que sabe callar. Pero lo mejor de todo es que callando lo dice todo, de ahí que se haya convertido en estos últimos años en mi mejor manera de relacionarme con el resto. Y estoy seguro de que los míos están agradecidos por aligerarles el peso de mi presencia siendo más escueto, directo y, sobre todo, menos brasas.
De entre todas las figuras retóricas que nos ofrece el lenguaje, la elipsis es la única que tiene la inmensa generosidad de desaparecer. El verbo, que en cualquier frase sería fundamental, le da por esconderse mientras que el sustantivo se esfuma como si estuviera huyendo de un sujeto que viene decidido a acabar con él. Pero aún con eso, nos queda una frase mutilada, coja, huérfana de padre, pero que todos entendemos con una contundencia que nos demuestra lo sencillo que es ser generoso con los demás.
Ray Loriga me enseñó una vez que era necesario usar tres palabras en vez de cinco, si el resultado para el lector era el mismo. Y creo que la sociedad española, tan proclive a ser una redundancia con patas y dos bandos en permanente estado de excepción, sería una sociedad mucho más sana si nos llenáramos la cabeza de más elipsis y menos verdades absolutas. La educación no se mide en las formas, sino en el coñazo que damos a los que están cerca. Pongan una elipsis en su vida y todo comenzará a rodar…