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La tercera

Antonio Bienvenida, hombría de bien

Ha pasado medio siglo desde su muerte. Ejemplos como el suyo hacen que la Fiesta de los toros persista. Gracias, maestro

7 de octubre: ¡No olvidamos!

Florence Delay, entre la ceniza y el rayo

Nieto

Alejandro del Río Herrmann

El 8 de octubre de 1975 llevaba ABC a su portada la noticia de la muerte de Antonio Bienvenida. Un malhadado percance durante una tienta, la tarde del sábado anterior, había traído ese final impensable, tan triste, tan ingrato. Se cumplía un año justo de ... la retirada definitiva de los ruedos del maestro. Su figura, vestida de luces y envuelta en el capote de lujo, se alzaba con su porte señorial en la primera plana de la edición de Madrid. Con su elegancia natural, el andar desenvuelto pisando el albero venteño, el gesto vivaz, la mirada inteligente, risueña, y pintada en el rostro la sonrisa, esa inconfundible sonrisa de los Bienvenida. La viva imagen de la alegría serena y luminosa que Manuel Mejías Rapela, el 'Papa Negro', había inspirado de siempre en sus hijos para que estos revistieran con su gracia, ante el público, la seriedad tremenda de la profesión. «¡Qué pena!», titulaba Vicente Zabala su crónica con un nudo en la garganta. La afición despidió a Antonio Bienvenida, la tarde de ese 8 de octubre, en la plaza de Las Ventas al clamor unánime de «¡torero, torero, torero!».

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