La Alberca
A los toros a oscuras
El apagón sacó lo mejor de Sevilla: el civismo, la tranquilidad ante el caos y la agenda inalterada
El temblor de la cruz
El culo de Trump
La gasolinera de la calle Torneo estaba para grabar una serie. Coches de policía cortando el acceso. Era la única de toda la ciudad con generador. El Ayuntamiento activó el nivel 1 de emergencia y sólo podían repostar los servicios públicos. La única gasolina ... que se podía expender en Sevilla estaba rifada. Y esa fue la señal del caos. Algunos parroquianos seguían tomando cerveza caliente en los bares. Total, si estábamos asistiendo al final del mundo, mejor con una birra. Otros iban acelerados por la calle maldiciendo a sus teléfonos móviles, empeñados en no dar señal. A un lado estaban los héroes de la desconexión y al otro los mártires. En una acera los que iban a los toros ajenos a todo el desbarajuste y en la otra los que corrían a por sus hijos a los colegios. En todas partes, los conciliábulos. Esto es un ataque ruso, yo te digo que son unos 'hackers', por lo visto es un apagón en todo el mundo, pues al final sólo es en la Península Ibérica... Las tiendas que pudieron cerraron. No me refiero a las que se lo podían permitir económicamente, sino técnicamente. Las que tenían grupo electrógeno pudieron echar las persianas eléctricas. Las otras no. Refuerzo de seguridad y a rezar para que volviese pronto la luz. Sólo podían vender como cualquier otro día los manteros. Metáfora de la involución a una época sin enchufes. También había comentarios por toda la ciudad sobre los enchufes: «El día que procesan al hermanísimo ocurre esto».
Mucha gente se percató durante el apagón de lo que significa la vida sin electricidad. Lo que más se hablaba en centros de salud era eso. Estamos demasiado acostumbrados a estar localizados. Da para una reflexión profunda. Pero también está la parte buena: el civismo. Los coches que no se paran en los semáforos en rojo se paraban en los pasos de peatones. La autorregulación fue un éxito. Y lo que estaba previsto en la agenda se mantuvo. La empresa Pagés aguantó el tirón hasta el límite y tuvo la suerte de que la corriente volviese a las seis de la tarde, por lo que anunció inmediatamente que seguía adelante con los toros. A veces el caos tiene oasis. Hasta última hora el arzobispo dudó si mantener la misa por el Papa en la Catedral, que finalmente se aplazó 24 horas. Pero se cerraron las ventanillas oficiales, los centros de salud, los transportes públicos... Algunos lamentaban que la modernidad haya traído tantos autobuses eléctricos. Tuvieron que volver a casa a pie a 30 grados. Otros presumían de tener cocina de gas. Maldita vitro.
Cada cual iba a su aire intentando sobrevivir a un desorden subdesarrollista que oscilaba entre el apocalipsis y la salvación, entre la angustia por los familiares ilocalizables y la felicidad por estar ilocalizable. Pero todo el mundo coincidía en una misma idea: el peor apagón es el informativo. El presidente salió a dar unas explicaciones en las que no explicó nada. Y en la Maestranza le dieron la puntilla: «Sánchez nos tiene a tientas». Y tiesos. Porque ahora viene lo peor, la factura. ¿Cuánto nos va a costar tanta oscuridad?
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete