la alberca

Los que insultan a Ratzinger

En su tercera encíclica, 'Caritas in veritate', está la respuesta a quienes no saben ni respetar la muerte

Rubalcaba dijo el día de su despedida de la política, asfixiado por los elogios de los que habían sido sus adversarios, que los españoles enterramos muy bien. Pero ni la cortesía de las exequias ha quedado en pie en el proceso de radicalización de España. ... Algunas reacciones a la muerte del Papa Benedicto XVI han sido un escarnio. Siquiera por educación, por respeto o por humanidad, cualquiera de las tres cosas vale, no cabe el exabrupto ante el cuerpo aún insepulto de ninguna persona. Pero todas las groserías que hemos tenido que soportar tienen una cosa en común: la ignorancia supina de sus autores, que han dicho de Ratzinger salvajadas nacidas de un desconocimiento total sobre la vida y, sobre todo, la obra del personaje al que pretenden atacar. Menos mal que, aunque ellos no perdonarán jamás a nadie que piense o crea distinto, Dios sí les perdonará a ellos.

Sobre las grandes virtudes intelectuales de Benedicto XVI se ha escrito mucho estos días y, además, ahondar en ellas podría parecer una estrategia defensiva cuando de estos insolentes no hay que defenderse. Pero sí parece necesario, aunque suene simplista, aclarar algunos términos básicos. El primero es que los calumniadores no disciernen entre el ateísmo y el anticlericalismo. El ateo es exactamente tan respetable como el creyente de cualquier religión. Ha tomado una posición espiritual distinta. Nada más. En cambio, el anticlerical pretende combatir al que no cree como él, es decir, es por definición un intolerante. No defiende otra libertad que no sea la suya. «La absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalitarismo», aclaró Ratzinger en la Jornada Mundial de la Juventud en 2005.

Si alguna cosa hay segura es que ninguno de los detractores del Papa sabio ha leído sus encíclicas. Recordárselas es, por tanto, inútil. Pero al menos los católicos podemos refugiarnos en ellas para alejarnos de posiciones tan rupestres. Yo tengo la última de las tres, 'Caritas in veritatis', como libro de consulta porque supuso el culmen de la célebre 'Populorum progressio' de Pablo VI tras el Concilio Vaticano II, es decir, es probablemente el mejor ensayo que se ha escrito sobre la verdad, que es el material de trabajo de un periodista. Ya en el preámbulo de la carta, Ratzinger hace esta reflexión: «Defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad». Esto podría servir como aforismo para contrarrestar a quienes le están insultando, pero por si acaso queda alguna duda, añado otro pensamiento de la encíclica exento de tecnicismos teológicos: «En una cultura sin verdad, la caridad es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario». En España ya no enterramos bien, pero Dios tendrá caridad con los exaltados porque Benedicto XVI le ha pedido por ellos en su ascenso a la eternidad.

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