La Alberca
El feminismo es mío
Si el machista tiene la propiedad de su mujer, el sanchismo tiene la del feminismo
Política sobre tumbas
Perico Delgado a la calle
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Iniciar sesiónLo que el machismo hace con las mujeres el sanchismo lo hace con el feminismo. Ese sentimiento de propiedad gravita en la actual aberración ideológica de la izquierda sobre la causa general femenina a través de un lema que en boca de Ábalos suena a ... eructo: «Soy feminista porque soy socialista». Hagamos por un momento un ejercicio de ficción para imaginar un país en el que un presidente de derechas promulga una ley que beneficia a miles de violadores rebajando sus condenas. ¿Pediría la oposición su dimisión? ¿Habría manifestaciones ruidosas en toda España contra quienes vulneran los derechos fundamentales de las mujeres y atacan un avance tan básico como la igualdad? Es posible que con un escándalo de esa envergadura bastase, pero si no fuese suficiente, imaginemos que después ese mismo presidente de derechas ve entrar en la cárcel a su número tres y sentarse ante el Supremo a su número dos por presunto cobro de comisiones en la adjudicación de obra pública, descubierto en unas grabaciones en las que se les escucha repartirse chicas de compañía que incluso son enchufadas en empresas estatales, sin que por allí se les haya visto el pelo, para poder pagar con el erario sus servicios íntimos.
Sé que mi imaginación es excesiva y pido disculpas, pero vamos a seguir jugando. ¿Qué pasaría si ese mismo presidente de derechas es avisado por sus ministras más próximas de las andanzas por las mancebías de su número dos y, tras conocer su afición a la bacanal de Paganini, lo metiese en una lista electoral para aforarlo? Es lógico pensar que habría una rebelión callejera sin precedentes para echarlo ante tan despreciable machismo institucionalizado en pleno siglo XXI. Pero todavía puede ser peor. Para que el ejemplo sea completamente inverosímil, vamos a exagerar del todo imaginando que el Gobierno de derechas que dirige este abyecto presidente cambia el contrato de las pulseras que protegen a las mujeres maltratadas, los aparatos fallan desprotegiendo a las víctimas frente a sus agresores y encima el presidente intenta tapar el escándalo, a lo que podríamos sumar, para rizar el rizo, que un ministro se defiende diciendo que ni una sola mujer ha denunciado nada. Esto sería ya el colmo del facha. La culpa es de ellas por no denunciar. La frase iría en todas las pancartas de la gran revuelta ciudadana. Y en Televisión Española habría programas especiales los fines de semana –entre semana ya no caben– para denunciar la atrocidad.
Ahora imaginemos que todo esto lo ha hecho un presidente de izquierdas cuya esposa va a ser juzgada por hacer negocios desde el palacio presidencial y el tío alega que ella tiene derecho a trabajar y no ser ama de casa como antiguamente, es decir, usa la causa de todas para proteger a la suya. ¿Qué pasaría? Nada. Porque si el machista tiene la propiedad de su mujer, el sanchismo tiene la del feminismo. Y el presidente de izquierdas, bajo el resguardo de su superioridad moral, siempre podrá enarbolar su excusa absolutoria: «Lo ensucié porque era mío».
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