La Alberca
El delito de filtración
«Acuérdate cuando entonces/ bajabas descalzo a verme/ y ahora no me conoces», le canta Ábalos a Sánchez
El AVE de Montero
El Papa emigrante
Bienvenidos a la cumbre del relato: «Qué escandalera montaron ustedes con una filtración absolutamente inexistente (la del correo a la Fiscalía del abogado del novio de Ayuso) y cómo se regodean con una filtración, esta sí, que es un delito (la de los mensajes de ... Ábalos)». Esta frase de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados es la madre de todas las manipulaciones. El presidente califica de inexistente una filtración política que supuestamente le beneficia a pesar de que está sentado ante el Supremo el fiscal general del Estado y, sin embargo, tipifica como delito otra que le perjudica sin que haya investigación judicial abierta por ningún sitio. A veces lo que aparenta ser una anécdota es en realidad el meollo. He aquí la omnipotencia sanchista, la pulsión autocrática, el instinto natural del cabecilla del Peugeot. El CIS de Tezanos, que le está disputando el puesto a Dabiz Muñoz, nos cuenta hoy que el PSOE le está recortando distancias al PP después del apagón, del caos ferroviario y de los wasaps con el examigo íntimo Ábalos. Todo vale. Los recursos del Estado se han puesto a disposición de un proyecto antisistema claramente contrario al sentido común, a los más elementales principios morales y ya veremos si también a la ley. Porque Pedro Sánchez es el supremo hacedor. Tiene a sus propagandistas doblando turno en los platós y a todo su gobierno recitando de memoria el prontuario que ha elaborado su gabinete de mil asesores. Todos los ministros, todos, calificaron ayer el trasiego de mensajes con el festero de Teruel como «casquería». Y esta vez tienen razón. Es pura casquería el empeño de los prosélitos en señalar a la UCO, al 'lawfare' y al toro que mató a Paquirri como culpables de un delito contra la intimidad de revelación de secretos e interceptación de las comunicaciones, portavoces que, por cierto, callaron como amigas-de-Ábalos cuando salieron a la luz los correos privados de Urdangarín o 'El País' publicó el mensaje que Pablo Casado le mandó en septiembre de 2020 a Pedro Sánchez aceptando renovar el Consejo General del Poder Judicial. Tampoco vieron raro que la jefa de gabinete de Óscar López en La Moncloa, Pilar Sánchez Acera, le enviase al líder de los socialistas madrileños, Juan Lobato, el documento del novio de Ayuso. Porque el delito de filtración sólo existe en el código sanchista, no en el penal.
Todo periodista sabe que cuando el protagonista de una noticia intenta matar al mensajero es que le ha dado con la verdad en la boca. Y se ponga como se ponga el Bienhechor, no va a convencernos de que miremos el marco cuando estamos delante de 'Las Meninas'. La relación con Ábalos era directísima mientras el número dos del PSOE estaba en el epicentro de un escándalo monumental. Por eso ahora el defenestrado come palomitas y entona la antigua letra flamenca: «Acuérdate cuando entonces/ bajabas descalzo a verme/ y ahora no me conoces». Todo lo demás es, como se dice escatológicamente en mi pueblo, intentar tapar la cagarruta con una boñiga.
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