La Alberca

Un avatar de Sánchez

Hasta ahora habíamos visto algunas intromisiones del Ejecutivo, pero nunca del Legislativo en el Judicial

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En el ajedrez, mejor dicho, en cualquier competición, es tan importante la destreza táctica del jugador como su capacidad para adentrarse en la mente de su contrincante. Se trata de ocupar su pensamiento para comprender cuál es su estructura conectiva y desactivarla como un Tedax ... psicológico. Por eso en el deporte se usan metáforas bélicas. En el fondo, siempre gana quien es capaz de intuir el próximo movimiento del enemigo, quien tiene empatía y visión panorámica, es decir, capacidad estratégica. Hasta ahora, esa ha sido una gran virtud de Pedro Sánchez, saber anticiparse a todas las jugadas, tomar la iniciativa, cortar el cable de la oposición con su plan de levantar un muro a la derecha. El presidente actúa con la frialdad de los inuit. Unas veces aplica el esquema de Guardiola y otras el de Bordalás. Su estilo es el que convenga. Como decía Luis Aragonés, ganar, ganar y volver a ganar. Por eso es tan importante que el nuevo PP de Feijóo, el supuestamente rocoso, aprenda a verlas venir. Si no consigue pensar como su rival, se pasará la legislatura cogiendo moscas.

La coyuntura política obliga a ponerse espinilleras. Por primera vez en la historia de nuestra democracia, las relaciones entre los tres poderes del Estado están en manos de una misma persona, el hoy omnipotente Bolaños. Ya veremos mañana. Hasta ahora habíamos podido soportar, siempre con escandalera, algunas injerencias del Ejecutivo en el Judicial. Pero Sánchez ha roto la baraja y ha dejado en anécdota aquella bravuconada de «¿de quién depende la Fiscalía, eh?». El nombramiento de su ministra de Justicia Dolores Delgado como fiscal general o la reciente ratificación de Álvaro García Ortiz tras el intento fallido de ascenderla mediante una «desviación de poder» son pequeñeces. Sánchez está siendo pionero también en la intromisión del Legislativo en el Judicial. Ya no le basta con meter en faena al Gobierno. Ahora también usa las Cortes a través de la ley de amnistía y de un acuerdo con los delincuentes para socavar la independencia de los jueces. El coste de cada uno de los siete votos de Junts es, además de 15.000 millones de condonación de deuda, la invasión despótica de competencias. Pero tratándose de alguien con tan inmensa capacidad para la mentira, conviene ir pensando en su siguiente golpe. Dados los precedentes, es obligatorio elucubrar sobre un giro de guion casi mágico. Sólo se le puede vencer actuando como su propio avatar. Quien se presentó a las elecciones negando la amnistía y al día siguiente la puso en el orden del día no merece que se le atribuyan jugadas vulgares. Su carencia de moral siempre le da ventaja. Hay que pensar a lo grande. Así que allá vamos: si ha usado pintores de brocha gorda para que le blanqueen el texto de la amnistía, ¿por qué no va a tener planeado ya con ellos el encalado para que el Constitucional la tumbe? De esta forma, Puigdemont no podría culparle de incumplimiento y él se presentaría ante los españoles con un jaque mate de gran estadista: «Lo hice por la convivencia, pero mi línea roja es el Estado de derecho». Parece que lo estoy viendo.

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