La Alberca
La almohada de Mazón
Si seguimos poniendo el límite de la decencia política en la ley, y no en la ejemplaridad, nos iremos al infierno
Sánchez contra el PSOE
Montero somos todos
El auto de la juez de Catarroja sobre la dana es tan severo que cualquiera con un mínimo de decencia política no sólo habría dimitido ya, sino que habría salido al centro de las pantallas a pedir perdón. El tiempo dirá si la pésima ... gestión de la catástrofe tiene también consecuencias penales o no para Carlos Mazón y otros miembros de su equipo. Incluso aclarará si también hay responsabilidades judiciales en la respuesta del Gobierno de España. Pero si seguimos jugando a colocar el límite de la decencia política en la ley, y no en la ejemplaridad, el bananerismo penetrará por todos los poros de nuestro sistema en tiempo récord. Mazón no estuvo a la altura. Punto. Si su imprudencia no es judicialmente punible, seguro que sí lo es socialmente. Lo que nos jugamos aquí es la dignidad de la política, que es un complemento circunstancial, una misión veleidosa. Hoy un presidente puede estar arriba en las encuestas y, de repente, una situación sobrevenida le puede hundir. Todo depende de cómo haya gestionado el embate. Es imposible calibrar qué habría ocurrido en Valencia si las decisiones hubiesen sido otras, pero ya nadie puede librar a Mazón de la evidencia de que su gestión fue nefasta. Y sólo eso basta. Debería bastar.
La polarización política nos ha llevado a un escenario de trincheras en el que se están perdiendo la probidad y los principios morales. Ahora un presidente del Gobierno puede mentir, tener a su esposa imputada, haber puesto de número dos en el partido a un investigado por pagar con el erario a señoritas de compañía, entre otras aberraciones. Y eso es un drama porque envilece la noble vocación de servicio a los demás. Feijóo lleva tiempo denunciando esa deriva, con razón, en todas sus actuaciones parlamentarias. Pero ninguna de sus quejas será limpia hasta que eche la raya en su propio partido. Al mismo tiempo que se denuncia que Pedro Sánchez está inhabilitado para gobernar entre tantas patrañas y corruptelas, no puede uno atornillarse al gobierno de Valencia a toda costa. Hay que dar ejemplo. Marcar la diferencia. Ponerse en el lado bueno supone muchas veces un sacrificio. Pero nada es de verdad en política si no conlleva ofrenda al interés general. A veces perder un poco es ganar mucho.
Mazón no tiene legitimidad deontológica para dirigir una región que aún está llorando sus decisiones. Intentar jugar al «y tú más» en la atribución de responsabilidades cruzadas con 228 muertos sobre la mesa es obsceno. Y demuestra que uno de los grandes lastres de la política contemporánea es la nula altura de miras que tienen sus representantes. La dimisión dignifica, redime, consuela. La vida no siempre viene de cara y uno tiene que tener la vergüenza de aceptar el destino con entereza. Quizás el tiempo acabe dándole la razón judicial a Carlos Mazón, pero en su fuero interno él sabe que lo que le inhabilita no es la justicia, sino su almohada. No prestó a los valencianos el servicio que merecían. Eso es todo. Y defender lo indefendible por militancia partidista o cercanía ideológica no es estar ciego, es estar podrido.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete