casa de fieras
Chicle en los ojos
Un medio debería tratar con más crudeza a los que son de su cuerda
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Se viene orillando a personas que tienen una visión a la contra de la oficial. Esto sucede, muy especialmente, en el gremio de los periodistas, quienes parecen sujetar una férula papal que les otorga la verdad incuestionable. En los últimos días estas opiniones vejatorias se ... van multiplicando todavía más, pues ya no se ganan audiencias sin provocaciones y, claro, la cosa del 'share' ha de ganarse a costa de cualquier mala dicha. Los últimos objetivos de la cacería son políticos como Felipe González o Alfonso Guerra, que a más de una presentadora de televisión le da vergüenza ver o escuchar. Pero pocas veces cuestionamos que, quizá, lo que más vergüenza nos dé a algunos es ver y escuchar a algunos periodistas que han dejado hace tiempo de lado la honestidad por la supervivencia, con ese frenético discurso de 'agitprop' en un sector, el del periodismo, que reparte cada vez menos viruta y donde la ideología va firmando las columnas que otrora firmaban objetividad y honestidad. Decía el otro día Karina Sáinz Borgo al recibir el Gistau que «la palabra es, junto con la firma, lo único que queda cuando todo se viene abajo». Este castillo de naipes que es la audiencia, lleva lustros violándose al son de las métricas destructivas de los clics. Pero lo que produce vergüenza a algunos son las opiniones añejas que no casan con el ritmo de la calle, en vez de la praxis de perro moviendo rabo de un sinfín de acaparadores que van mutando de principios como Groucho, para seguir tocando la viola mientras se hunde el Titanic. Dejamos hace tiempo la vergüenza en el ropero, mis convicciones son ahora las que mande el santoral que deben seguir para mantener a flote la propaganda. Podemos ponernos épicos, como cuando el Tribunal Supremo de los Estados Unidos dictaminó que «la prensa está al servicio de los gobernados, no de los gobernantes», tras haber publicado el Washington Post y el New York Times los papeles del Pentágono, pero siendo menos ambiciosos, por aquí bastaría reducir el amarillento y oportunista comentario de muchos periodistas y dejarle un poco de hueco, de vez en cuando, a la verdad, la objetividad y eso que está tan en desuso que se llama respeto.
Entiendo que hoy en día para llamar la atención hay que ser de aquella manera. Alinearse con el provocador, jugar a eso tan español de ir juzgando por ahí como quien reparte moralina en la barra de un bar. A veces pienso que un medio de comunicación debería tratar con más crudeza a los que son de su cuerda, a quienes tratan de regatear alineados en una ideología similar y no a los de enfrente, que también, pero siendo mucho menos indulgentes con los más parecidos. Así se recupera la credibilidad, ese es sin duda el camino correcto para volver a ganarse al público. Y a esos oportunistas de la tele, a los comunicadores que utilizan el momento del foco para sumar audiencias a sus programas a costa de faltar el respeto, que no se olviden que sólo presentan un programa de televisión, que como dijo Frank Lloyd Wright, «es chicle para los ojos».
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