LENTE DE AUMENTO
Zapatero, vocero de tiranos
El mentor de Sánchez no es ni un visionario ni un ingenuo. Algo mucho peor: cómplice de una narcodictadura
Una opa al fuego
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónTodas las democracias tienen su tirano de cabecera. Zapatero no iba a ser menos. Nos enseñó que Otegi era un hombre de paz; el terrorismo etarra, la consecuencia de nuestra intolerancia; el independentismo totalitario, un camarada y España, claro, un rimero de taifas. Así ... que el mentor de Sánchez se pasea por Venezuela como si no estuviera pisando una narcodictadura. Cada vez que viaja a Caracas para «facilitar el diálogo» lo hace con aire mesiánico, convencido de que su sola presencia confiere legitimidad democrática al régimen de Nicolás Maduro cuando lo que hace, en realidad, es blanquear la represión, la censura, la ruina y el expolio perpetrados por un villano que, de caricaturesco, parece un garabato de la Marvel.
Lo más repugnante de Zapatero es que su complicidad con el fantoche caribeño es una decisión política. Él sabe –como cualquiera con acceso a una pantalla– que Venezuela tiene presos políticos, elecciones amañadas, una población migrante que ya supera los ocho millones y una inflación que condena a la miseria. Y sin embargo, ahí sigue él: fotografiándose con dictadores como si fueran estadistas. Porque son de los suyos, voceros de un credo fracasado, apóstoles de la penuria travestida de falsa e indignante solidaridad.
Antes que Maduro, Occidente tuvo sus Mobutus: dictadores como Sese Seko, sostenidos durante décadas por EE.UU., Francia o Bélgica a cambio de rapiñar sus recursos estratégicos. Mobutu arrasó el Zaire con la complicidad de los grandes porque garantizaba estabilidad y se vanagloriaba ante sus blanquitos patrocinadores de ser el dique de contención del comunismo en tierra de negros. Eso no lo hizo menos asesino, solo más rentable. Hasta anfitrión del combate del siglo entre Alí y Foreman. Bajo aquel ring, en ese estadio faraónicamente engalanado, Arthur Miller supo de los cuerpos torturados y las vidas arrancadas de los opositores por el casero de aquel Rumble in the Jungle. «Ali bomaye» sobre el ring, las ejecuciones, bajo él.
La diferencia con Zapatero es que él no representa a ninguna potencia. No defiende intereses geopolíticos ni acceso a uranio o coltán. Defiende su relato. Su fidelidad ideológica. Para él, Maduro no es un tirano, sino la víctima de «la narrativa occidental». No importan los informes de la ONU, ni las víctimas, ni los exiliados. Importa la causa y, barrunto, que su soldada como portavoz-legitimador de la barbarie caribeña. No, Zapatero no es ni un visionario ni un ingenuo: es un colaborador útil. Lo que antes hacían los grandes imperios por cinismo, lo hace hoy Zapatero por dogma. Lo que entonces se llamaba realpolitik, él lo disfraza de diálogo. Hay una lección que el charlatán patrio debería aprender de Mobutu: el apoyo exterior nunca lava las manos ensangrentadas. Solo las esconde un tiempo. Y que quienes defienden dictaduras –por conveniencia o convicción– acaban retratados por la historia. De Zapatero dirá que fue un esperpento. Ojalá, insisto, por dinero. «Zapatero bomaye».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete