lente de aumento
Feijóo y la parálisis
El PP no galopa sino que trota, con esa tendencia de su líder de dudar, no por prudencia sino por incapacidad de tomar decisiones
Un Papa que dude
Sánchez, príncipe de las tinieblas
Motivos para volver allí donde sufriste, te flagelaron, maltrataron y fuiste negado por los tuyos y señalado por aquellos que te querían muerto políticamente; motivo para volver, digo, solo puede haber uno que a mí me parezca entendible: la venganza, que siempre marida bien con ciertas dosis de ego y soberbia ... .
Camps se muestra, y está en su derecho, como una 'prima donna' de la política a la que unos advenedizos apartaron demasiado pronto de los escenarios. Ahora que todos desafinan y más que una ópera, el PP valenciano es un sainete, Camps 'Il Divo' amaga con volver. Se podrían enumerar sus errores, la tropa que le acompañó y que ahora inexplicablemente resucita; o ese punto mesiánico-tronado con el que interpretaba todas sus arias políticas, a un tris siempre del éxtasis, al borde del martirio.
Pero es Pilatos Feijóo quien debería preocupar a los suyos. Siempre alejado, lavándose las manos en la pila de la sinsustancia, como si algo se pudiera arreglar sin ejercer de lo que pone en el membrete genovés: liderazgo. Puede que mande pero no ejerce de paladín y la agonía de Mazón es la sobrevenida epifanía de alguien que como Camps hace tiempo que no debería ya pasar por allí.
Ocurre que el sanchismo no va a caer ni por los escándalos ni por la economía. Solo queda pues confrontarlo con el entusiasmo, la capacidad por ahora ignota en el adalid popular de convencer al pueblo de que toca mudar de inquilino monclovita, de que con él otro país mejor es posible.
Pero con el esperpento valenciano es imposible que el gallego coloque otro mensaje que el que nos está mostrando: a la parálisis por el análisis. Ese tacticismo huérfano de ímpetu e ilusión que deja el regüeldo de un candidato braceando en la orilla, con una necrológica política que podría rezar tal que así: pudo ser un buen gestor pero no llegó, ahogado en un mar de dudas.
El gran apagón es el del PP, incapaz de insuflar emoción a su tropa, azorada siempre con la angustia de si antes de la próxima glaciación se verá tomar una decisión a la séptima planta de Génova 13. Y no. Porque esa simpatía por el diablo que recorre a los columnistas que describen como virtud de Pedro Sánchez lo que es precisamente la carencia de una cualidad que siempre se debería exigir al 'conducator', moral, ética, se convierte en un inmovilismo, en un retardo exasperante al otro lado de la trinchera.
Feijóo no duda por afán ejemplificador. Lo hace porque es su estado natural, lo que trasluce es la incapacidad de tomar una decisión que no asemeje un parche, una tirita, como si esa renovación retrasada parezca ese dicho tan mallorquín de arrancada de caballo y parada de asno. El PP de Feijóo no galopa sino que trota. Pronto algún barón o baronesa se pondrá nervioso, y el núcleo duro del presunto líder se indignará sin detenerse un momento a tratar de comprender los motivos: esos que te ayudan a entender que quizá la culpa es sólo tuya.
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