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La democracia es una máquina calculadora

«Hay que asumir que la democracia no redimirá los pecados de nuestra sociedad, porque esa no es su función. A la democracia —a una máquina calculadora de votos— no se le puede pedir lo que no puede dar»

POR MIQUEL PORTA PERALES

NO es fácil saber de qué hablamos cuando hablamos de democracia. Tan es así, que hay quien sostiene que la democracia no es otra cosa que su historia. A ello hay que añadir que la democracia ha sufrido un proceso de ideologización que ha desdibujado ... o contaminado su naturaleza. Quizá por eso se han formulado diferentes índices —Polity, Freedom House o The Economist— que tratan de evaluar el carácter y calidad de las democracias realmente existentes en el mundo. ¿La democracia? Se acostumbra a decir —se acostumbra a creer— que la democracia es el gobierno del pueblo, que es la condición de posibilidad del desarrollo, el bienestar y el progreso. Y hay quien distingue entre una democracia formal o burguesa, entendida como falsa democracia, y una democracia real o popular, entendida como verdadera democracia. Se equivocan. Ni la democracia garantiza el gobierno del pueblo ni la democracia asegura el desarrollo, el bienestar y el progreso de los ciudadanos. Por supuesto, la denominada democracia real o popular es un sofisma. La democracia no es lo que generalmente nos dicen que es. A la democracia no se le puede pedir lo que no puede dar. «Las ideas erróneas sobre la democracia determinan que la democracia funcione mal», dice Giovanni Sartori.

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