Cuentas sin cuentos
«Hija estudia, que tu padre y yo no pudimos»
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Mérito, sacrificio, esfuerzo... son conceptos que el Gobierno quiere eliminar del colegio, del instituto, de la universidad, ... despojando a las personas más humildes de su principal instrumento para aspirar a tener una vida mejor.
Nunca olvidaré aquellas palabras que mi madre nos repetía a mi ... hermana y a mí una y otra vez: «Hija, estudia, que tu padre y yo no pudimos». Y nos contaba cómo el maestro del pueblo había ido a hablar con su padre (mi abuelo) para decirle que su hija era muy lista y que se podía sacar una carrera en muy poco tiempo. Pero su padre (mi abuelo) le dijo que no, que la necesitaba para ayudar en el campo y que, además, para qué iba a estudiar la niña, para luego mantener a algún borracho. Eran otros tiempos. En los años 50 ni la economía de los agricultores de los pueblos de Castilla permitía a las familias prescindir de sus hijos para enviarlos a estudiar a la ciudad, ni entendían que las mujeres pudieran ir a la universidad. Un años más tarde mis padres tenían muy claro lo que querían para sus hijas: que estudiáramos, que fuéramos a la universidad, para tener una vida mejor que la que ellos tuvieron. Y así nos lo inculcaron. Y así se lo hemos transmitido a nuestros hijos.
Quizás es por esta experiencia personal por lo que me duele tanto que el Gobierno quiera acabar con el principal ascensor social de los humildes. Por eso me duele que se desprecie la cultura del esfuerzo que te puede permitir sacar buenas notas y distinguirte de otros que quizás no las necesiten para encontrar un puesto de trabajo. Por eso me duele que se minusvalore el sacrificio que te permitirá alcanzar los conocimientos que los niños de familias pudientes obtendrán a base de profesores particulares o cursos en el extranjero. Por eso me duele que se devalúe todavía más la educación pública y que se intente además acabar con la concertada para acrecentar la brecha entre quienes pueden permitirse llevar a sus hijos a colegios privados y los que no.
El objetivo de la reforma educativa, nos dicen, es acabar con el fracaso escolar. Pero regalar los aprobados y devaluar la ya de por sí deteriorada educación pública es un precio muy caro a pagar que castiga, sobre todo, a los más humildes.
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