Ajustes, solo en los impuestos

De nuevo el Gobierno de Sánchez prima la ideología sobre la eficiencia económica. Crea impuestos a las transacciones financieras o la industria tecnológica, lo que puede ser positivo e incluso necesario en el marco de una legislación común europea, pero que de forma aislada puede conllevar más perjuicios que beneficios. Eleva los impuestos a los plásticos y a las bebidas azucaradas, y lo más grave y que probablemente provocará más perjudicios sobre la actividad económica es lo que se intuye en el texto enviado a Bruselas, pero que no especifica, como son las posibles subidas del IRPF a las rentas altas o las alzas en el impuesto de Sociedades, en aras a una teórica equidad fiscal, como si pagar hasta un 45% por los ingresos que se obtienen fuera poco progresivo.

Lo que no hay son medidas de contención del gasto en aquellas partidas donde pudieran aplicarse, que las hay. ¿No sería lógico que si la inflación es negativa, las pensiones suban el 0,25% mínimo que marca la ley? ¿No tendría sentido que los sueldos públicos se congelaran cuando la mayoría de los trabajadores del sector privado han visto mermados sus ingresos? Y lo que, sin duda, es más sangrante: ¿es necesario mantener un gobierno con cuatro vicepresidencias y 18 ministerios, con los cientos de asesores y altos cargos que llevan aparejados? Hay partidas donde se puede ahorrar, y muchas, y además, cuanto más se tarde en hacerlo más dolorosos serán los recortes. Y si no, que se lo pregunten a Zapatero.