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Y encima, cobarde

Puigdemont no es que tenga encima paja y polvo, tiene un estercolero

José María Carrascal

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Suelen los tramposos llevar su trampa tan lejos que al final caen en ella. Como el alcalde de Lloret, que se considera más danés que granadino, donde nació, Carles Puigdemont fue a Copenhague a anunciar que quiere convertir Cataluña en la Dinamarca mediterránea. Creía posiblemente que los daneses son tan cretinos como sus seguidores, y aunque en Dinamarca hay cretinos, como en todas partes, la directora del Centro de Política Europea de la Universidad de Copenhague, Marlene Wind , le convirtió en lo que es: un fulero, un vendedor de crecepelos, un peligroso embaucador que amenaza no sólo a España sino también a Europa y, más que a nadie, a quienes le creen. Las preguntas que la profesora le hizo sobre la fragmentación de Europa, sobre la realidad catalana, sobre su posición y, en especial, sobre la democracia, dejó en evidencia al personaje y convirtió su escapada a Dinamarca en lo que realmente era: una payasada. Lo que hizo luego, pedir volver a Cataluña «sin riesgo», besar la bandera española tras insultar a España, criticar a la Unión Europea tras mostrarse más europeísta que nadie, muestran, además, su cobardía.

Los estropicios que está causando en sus propias filas empiezan por el recién estrenado presidente del Parlament, que como buen cruzado de su causa le ha designado como candidato a la presidencia, conociendo su situación y los resultados de la misma si sigue adelante con ella. No por nada su antecesora, Carme Forcadell , se apartó de la línea de tiro. Torrent ha pedido auxilio a Rajoy para que le saque del apuro, algo que podría haberse ahorrado conociéndolo, y va a ir a Bruselas a ver si los exilados pueden ayudarle con una renuncia al escaño o incluso regresando a España, pero no todos están por la labor, Puigdemont, desde luego, no. Prefiere seguir haciéndose el mártir y el ridículo por Europa como «presidente errante».

El último plan del independentismo lo ha dejado bien claro Tardá (ER): «Apoyamos a Puigdemont como presidente. Aunque hay una prioridad: recobrar el poder en Cataluña. Acabar con el 155». Pero para eso se necesita presentar un candidato a la presidencia limpio de polvo y paja ante la Justicia. Y Puigdemont no es que tenga encima paja y polvo, tiene un estercolero. Lo malo es que se niega a renunciar. Con lo que se ha convertido en el mayor obstáculo del catalanismo militante, que ya no lo es tanto tras demostrar el Estado español que no es un tigre de papel. De momento, les conviene frenar los impulsos separatistas y meter en un cajón la línea «unilateral». Cómo van a salir del atolladero no lo sabemos, tal vez porque no hay salida. La pelota está en su tejado, lanzada por ellos. Tienen que torear no sólo a jueces y fiscales, sino también a su president. El procés se ha convertido en proceso. Pero proceso judicial. Con Rajoy contemplándolo sin hacer nada, dicen algunos.

¡Miren que si llega a hacerlo!

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