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Venezuela, ¡oh dolor! (2)
Si no somos capaces de arreglar nuestros problemas, ¿cómo vamos a arreglar los de los demás?
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Iniciar sesiónLes dije ayer que Venezuela es una anomalía: uno de los países más ricos del mundo en el que la gente se muere de hambre, y lo atribuía al chavismo, mezcla de comunismo y populismo que, como las hormigas, muerden los granos en el lugar ... preciso para que no germinen en sus almacenes subterráneos (la metáfora es de Ortega) impiden el desarrollo de un país por rico que sea. Puede atribuirse a toda la izquierda, incapaz de crear riqueza, todo lo más, de distribuirla, y bastante mal, pues la nomenclatura del régimen se lleva la mayor parte. Así se da la gran y triste paradoja de que en Venezuela falta hoy hasta la gasolina, nadando en petróleo. ¿Cómo se sostiene ese régimen? La respuesta la dan ellos mismos: anulando la libertad. «¿Democracia, para qué?», contestó Lenin a Fernando de los Ríos. Por lo general, el partido lo controla todo, desde la economía a la enseñanza, y los resultados son tan escasos como patéticos (ya oigo a algún lector apuntándome a China, camino de convertirse en la primera potencia económica mundial, pero es que los chinos han unido dos cosas que parecían antagónicas: una política totalitaria y una economía libre, hasta el punto de superar al capitalismo salvaje. Y van como un tren.
De momento, al menos). Chávez no tenía un partido en que apoyarse, por lo que tuvo que hacerlo en el ejército, al que pertenecía y al que ofreció todo tipo de privilegios, desde control del narcotráfico o tener cuentas en el extranjero, convirtiéndolo en árbitro del país. Con lo que llegamos a la presente situación: por mal que vayan las cosas, por más que crezca el descontento popular, por más apoyo que reciba del exterior, si el ejército no se une a la protesta, sólo un choque violento, apoyado desde el exterior podrá desalojar a Maduro del poder, pues es ilusorio pensar que el alto mando del ejército se una sin tener garantías de todo tipo, incluida la inmunidad personal y financiera. Al parecer, se habían dado pasos en ese sentido e incluso mantenido contactos con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino y otras personalidades del régimen, que condujeron a la liberación del líder opositor Leopoldo López, en arresto domiciliario. Pero algo falló. Si fue porque esas personalidades no estaban satisfechas con las garantías -que incluían una vía constitucional para cambiar el régimen- o que Guaidó y López se precipitaron con sus declaraciones, el caso es que Padrino y el resto se volvieron atrás y el plan no funcionó, con lo que estamos donde estábamos.
Sólo Trump y Putin pueden solucionarlo sin sangre, que no interesa a nadie. Pero sus intereses chocan. Trump no quiere otra cabeza de puente rusa en América. Cuba y Nicaragua le bastan. Pero sabe el precio de una intervención armada. Mientras para Putin, es uno de sus sueños, pero Venezuela le coge demasiado lejos. Vamos a ver si la famosa conexión entre ellos es tan fuerte cono dicen sus críticos. En cuanto a nosotros, si no somos capaces de arreglar nuestros problemas, ¿cómo vamos a arreglar los de los demás?
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