El batallón de los perplejos
El «útero robótico», el último rebuzno del feminismo ultra
Hasta que los hombres puedan parir, la solución del feminismo radical a que la mujer cargue «con una panza de burra» es que los hijos los geste un robot. Y así todo...

Entre la hojarasca que día a día dejan las redes sociales, que tantas veces es encumbrada a «de lo que habla todo el mundo» y en realidad no son más de mil los que andan enredaos con eso, destaca esta semana la opinión de una ... tertuliana de las que sale mucho en la tele, hablando en esta ocasión de que es una lástima que la ciencia no invente un útero artificial que geste a los niños, en vez de que «la mujer ande con una panza de burra nueve meses». Lo de la burra es lo único que está bien traído en semejante asnada, vendida por la autora como el siguiente hito de la lucha feminista. Sostiene la tertuliana que le parece «injusto» que es para las mujeres «todo el proceso» [la maternidad] y que ella desde «los 16 años» tenía claro que solo tendría hijos «si alguna vez me reencarnaba en hombre». Parece que la anomalía viene de lejos... Como solución propone la audaz comentarista que, «estando en el siglo XXI, nos debemos hacer mirar el seguir reproduciéndose de manera tan prehistórica». Y para terminar con ese presunto yugo y atraso reproductivo, la tertuliana cree que sería todo un avance que el niño se vaya gestando en ese «útero robótico» y así la mujer puede dedicarse a hacer «su vida normal, como la que hace el hombre». Fin de la cita... por calificar aquello de alguna manera.
Cree este batallón perplejo que entre las tareas que tiene pendiente el feminismo está desbrozar con cierto arrojo su bosque ideológico de las borricadas que no hacen sino generar antipatías al movimiento. La tarea es ardua teniendo en cuenta el nivel del elenco de activistas del que hablamos y su, digamos, «fértil» alumbramiento de ideas geniales, tales como censurar «Caperucita roja», «La bella durmiente» y otros cientos de cuentos infantiles porque «son historias tóxicas en perspectiva de género». Por tal motivo la biblioteca de un colegio público de Barcelona liquidó de sus estantes estos volúmenes, no le fueran a salir maltratadores los chiquillos y lelas y sumisas las chiquillas que allí estudian. «Estamos muy lejos de una biblioteca igualitaria en la que personajes masculinos y femeninos sean mitad y mitad». Y en ese propósito, realizaron en el colegio una «limpia» del 30 por ciento en sus fondos bibliográficos, una gesta igualitaria que solo les faltó rematar con una buena pira, como en Berlín en 1933.
Y qué decir de la idea de algunas feministas de CC.OO. de prohibir los libros de Arturo Pérez-Reverte, Javier Marías o Pablo Neruda, entre otros presuntos siete-machos porque a su juicio esos escritores «son machistas y misóginos». Lo exponían no hace mucho en un artículo cuya autora, ya metida en faena, pedía acabar también con el fútbol en los recreos o «desheterosexualizar la escuela», propuestas recogidas en un «Breve decálogo para una enseñanza feminista» de la revista del sindicato, cuya única virtud era precisamente su brevedad.
El asunto es que quien cuestione apenas levemente idioteces tan extraordinarias como las referidas arriba es calificado de inmediato de «machista» por tan selecto grupo de «pensadoras», y al momento es integrado en un peligroso grupo de «ultraderechistas»... Y vuelta la burra al trigo, con perdón.
[En un acto de misericordia, este batallón ha preferido no citar el nombre de las autoras, que bastante tienen con lo suyo].
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