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La televisión de Movistar difama a ABC

No es nueva la obsesión de la izquierda por la regulación de los medios de comunicación, a los que pretende someter a los dogmas que difunde como catecismo de su corrección y superioridad moral

ABC

No es nueva la obsesión de la izquierda por la regulación de los medios de comunicación, a los que pretende someter a los dogmas que difunde como catecismo de su corrección y superioridad moral. La libertad de expresión, información y opinión, pilar de una democracia en la que los medios ejercen una necesaria labor de control al poder político, no encaja en su concepción de la vida pública. ABC, cuyas páginas han acogido en sus más de cien años de historia el pensamiento crítico de autores de la más diversa condición ideológica, obligación moral de quienes abogan por una sociedad abierta, ha vuelto a ser objeto de la difamación de quienes no entienden otra visión del mundo que la suya. Si hace unos días fue Irene Montero, portavoz de Podemos, la que mostró sin pudor su actitud censora al denunciar la carga editorial de una portada de ABC, el pasado miércoles fue Andreu Buenafuente el que desde el programa que presenta en el canal televisivo de Telefónica, refugio de un profesional que ha fracasado en las emisoras comerciales, el que descalificó la labor de nuestra Redacción con calificativos que lo retratan como brazo cómico de la izquierda que articula su discurso. Queremos pensar que el silencio de la Asociación de la Prensa de Madrid, tan sensible en otros casos y con otros medios, no es cuestión de cobardía. Un simple descuido, otro más.

Buenafuente no ofende a ABC. Al contrario, sus palabras subrayan nuestra independencia editorial, seña de identidad de un grupo de comunicación que ha logrado mantenerse al margen de las operaciones que han puesto a buena parte de los medios españoles en manos de corporaciones empresariales y financieras. Buenafuente solo ofende a los accionistas y clientes de Telefónica que, por miles, comparten con ABC valores como la responsabilidad social y la libertad de expresión y que no entienden que una empresa como la suya programe unos contenidos que atentan contra sus principios.

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