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La subcontrata

En esta burda operación de blanqueo de los insurrectos, ni Iglesias podía llegar a más ni el presidente a menos

Ignacio Camacho

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El aspecto más sorprendente de la gira negociadora de Pablo Iglesias como vicepresidente de facto del Gobierno es que, en realidad, a Pedro Sánchez no le hacen falta los presupuestos. Para aguantar en el poder un poco más de tiempo puede prorrogar los actuales e ... incluso modificarlos, como suele hacer, a base de decretos. Si no ha desautorizado las conversaciones de su aliado oficial con los independentistas prófugos y presos es, sencillamente, porque prefiere no hacerlo, porque considera que le conviene otorgar a Iglesias el rango de mediador paralelo para argumentar que el Gabinete no ha participado en la estipulación de ningún acuerdo. No es que la operación de blanqueo de los golpistas le provoque remordimientos sino que, al igual que con el desalojo de Rajoy, pretende que el país crea que permanece ajeno a los pactos que teje en su nombre el líder de Podemos; pactos que por cierto no versan tanto sobre las cuentas del Estado como sobre la estructura de poder a plazo medio. Hipocresía política se llama eso, aunque el planteamiento sea tan burdo que escandalizaría la inteligencia de un auténtico fariseo. Y aunque el resultado de tan torpe manejo sea que ni Iglesias podría en este momento llegar a más ni el presidente a menos.

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