En primera fila
Vuelta a la guerra fría
No se moviliza a 90.000 soldados para enviarlos de vuelta a casa
Con una guerra fraguándose a las puertas de Europa, el futuro del futbolista Ousmale Dembélé, el juego Wordle, el CIS y el programa Secret Story eran las tendencias de ayer por la mañana de nuestro país en Twitter. El miércoles, las redes sociales ardían por ... la carta de Marina Castaño a Camilo José Cela, la Isla de las Tentaciones y de nuevo Secret Story. Y el anterior lo hacían con el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, la trifulca entre José María Ortega Cano y Rociíto y otra vez Secret Story.
No es que esperara que lo que está sucediendo en Ucrania fuera el primer asunto de interés para la mayoría de los usuarios de las redes sociales. Pero sí confiaba -ingenuidad la mía- en que este peligroso conflicto se hubiera colado alguno de los últimos días en alguno de los puestos importantes. La relegación de un tema que amenaza con abrir una nueva guerra fría entre Occidente y Rusia pone de manifiesto hasta qué punto está anestesiada buena parte de la sociedad.
Ucrania no está en la OTAN y Estados Unidos ya ha dicho que no va enviar tropas si Rusia lanza un ataque. La comparación de fuerzas entre Kiev y Moscú es tan odiosa como se pueden ustedes imaginar. El Financial Times publicaba hace unos días los datos: Ucrania cuenta con 225.000 soldados activos, 67 cazas, 34 helicópteros de ataque, 2.430 tanques, 11.435 vehículos blindados, 2.040 unidades de artillería remolcada y 13 barcos pequeños de guerra frente al más de millón de soldados de Rusia, sus 1.531 cazas, 538 helicópteros de guerra, 27.100 vehículos blindados, 4.465 unidades de artillería remolcada, y 214 barcos pequeños de guerra.
La UE se encuentra ante la mayor crisis de seguridad de su historia y Ursula von der Leyen amenaza con imponer sanciones «masivas» a Rusia para hacerle desistir de un ataque. Pero Moscú es muy consciente de que la Comisión necesita la unanimidad de todos sus miembros para imponer represalias y aquí entran en juego los intereses particulares de cada estado. No solo por el coste que las sanciones tienen a nivel comercial sino por el riesgo de perder el suministro de gas ruso aún en invierno y con los precios disparados. La ideología también juega. Hay partidos de izquierdas que siguen mirando hacia Moscú con cierta añoranza comunista sin querer ver que es un régimen autoritario que aspira a aislar e imponerse a la democracia europea.
La presión de Estados Unidos, como la europea, se centra en la amenaza de sanciones pero, igual que en nuestro continente, una cosa son las palabras y otras las acciones. Desgraciadamente, Rusia ha detectado que en el Washington de Joe Biden también hay debilidad para la toma de decisiones. Los que piensan que esto es un pulso más entre Rusia y EE. UU. o que Ucrania queda muy lejos deberían empezar a intranquilizarse. No hace falta que los americanos pronostiquen que Moscú atacará para darse cuenta de que nadie moviliza a más de 90.000 soldados para enviarlos sin más a casa.