En primera fila
Gobierno nihilista
A Sánchez le da igual todo: proteger el Estado de Derecho o debilitarlo, decir la verdad o mentir. Solo le importa si se lo afean
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Iniciar sesiónEl presidente del Gobierno que se hizo famoso por el «no es no» ha extendido la negación hasta los principios que prometió defender. Le resulta indiferente pactar con delincuentes que atacan al país o con partidos que lo defienden, proteger el Estado de Derecho que ... debilitarlo, contar los muertos u ocultarlos, mentir o decir la verdad, cumplir sus promesas o quebrarlas. Le da igual todo. Solo le importan dos cosas: que le afeen su nihilismo político y poder seguir en La Moncloa.
En este vacío de valores llegan los Presupuestos, de la mano de un partido dirigido por un exsecuestrador que está inhabilitado para ejercer cargo público. Como no hay por dónde cogerlo, los palos llueven y Sánchez reacciona porque las críticas sí le importan. El pretexto que inventa para defender su alianza es que es una anomalía no hablar y negociar con «todos» y que es bueno que las cuentas salgan adelante con los máximos apoyos: la ciudadanía pide acuerdo y Bruselas lo valora. Cualquiera que le escuche podría pensar ¡Qué gran demócrata este Sánchez! ¡Cómo se afana por atender a su pueblo! Poco más, y padre de la patria.
El gran argumento se derrumba, como suele suceder con casi todo lo sanchista, al rascar un poco. Si es una anomalía no hablar con «todos» ¿por qué el jefe del Gobierno no llama al líder de la oposición? ¿por qué el PSOE participa en un cordón sanitario a Vox? Ya no vale la excusa de que Pablo Casado se lo pone difícil y de que Santiago Abascal aún más. Si no hablar entre partidos es una anomalía democrática, lo es en todos los casos.
¿Y aquello de buscar los máximos apoyos? Más de lo mismo. La mayoría de españoles pide consenso, pero no con EH Bildu sino entre las dos grandes formaciones. Bruselas ídem. Menuda inquietud genera ya en Europa que Pablo Iglesias se siente en el Consejo de Ministros como para que un partido que ni siquiera respeta los derechos fundamentales entre en «la dirección del Estado». Esto sí que es una anomalía democrática.
Si lo que de verdad quisiera Sánchez fuera dar una alegría a la ciudadanía y a sus socios, se hubiera desvivido por arrastrar a los populares a las nuevas cuentas. Habría invertido más esfuerzo en negociar con Ciudadanos que en hacerlo de tapadillo con ERC y EH Bildu. Pero no ha hecho nada de esto. Y no porque lo impida el que él sea progresista y el PP o Ciudadanos estén más a la derecha porque, puestos a hablar con «todos», el PSOE comparte más ideas con la bancada conservadora que con los herederos políticos de ETA. O debería. Lo que existe detrás del pacto con EH Bildu es el influjo que Iglesias ejerce sobre Sánchez utilizando las ganas de éste de apoltronarse en La Moncloa hasta 2023. Un influjo solo posible porque haciendo de la negación su bandera, ha acabado negando hasta sus propios compromisos electorales.
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