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Sánchez contra Rajoy, ante Merkel

Uno de los mayores logros del presidente Rajoy y que tanto sufrimiento ahorró a los españoles fue el clima de confianza que creó con Angela Merkel, gracias al que pudimos esquivar el rescate

Pedro Sánchez y Angela Merkel EFE
Salvador Sostres

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Uno de los mayores logros del presidente Rajoy y que tanto sufrimiento ahorró a los españoles, especialmente a los más pobres, fue el clima de confianza que creó con Angela Merkel, gracias al que pudimos esquivar el rescate. A pesar de las decisiones de algunos absurdos jueces regionales de su país, la señora Merkel, de acuerdo con el último presidente del Gobierno que lo fue por haber ganado unas elecciones, fue decisiva para que la comunidad internacional apoyara inequívocamente a España ante el desafío secesionista.

No sé qué idea tiene Pedro Sánchez de las relaciones internacionales, pero es poco edificante si cree que está en disposición de ofender al Rey de Marruecos con la pantomima del Open Arms o de insultar al presidente Rajoy ante quien fue su principal aliada.

Lo que distingue a los Estados de las tribus es la continuidad, y cada vez que Pedro Sánchez desprecia a su predecesor, que hasta en dos ocasiones le derrotó en las urnas, proyecta la imagen más primitiva y menos fiable de España y favorece la desconfianza internacional en nuestras posibilidades como sociedad positiva y estructurada.

Son errores de principiante, despropósitos que el líder de uno de los dos grandes partidos nacionales tendría que evitar si no quiere morir sobrepasado por el populismo de Podemos o de Ciudadanos. La gente vota siempre al original y cuando el PSOE se pone tontorrón sus votantes doblan la apuesta y, como tristemente hemos podido comprobar, votan Venezuela. Pedro Sánchez debería entender que no tiene que dejar de insultar al presidente Rajoy por respeto al presidente Rajoy -que también- sino en defensa propia, porque nadie se arriesga a ayudar a un saltimbanqui (por no decir a un payaso). Pedro Sánchez debería entender que la hora del recreo ha terminado y que si no huye del sublime externo, acabará aplastado como un merengue.

Juan Tapia y yo tenemos el firme convencimiento de que Sánchez convocará elecciones a la vuelta del verano, o en otoño en cualquier caso, y que va a ganarlas. Lo tiene todo a favor, incluso el rumbo que ha tomado la oposición. Pero si no deja de cometer errores no forzados, estupideces de niño mal criado, y de librar batallas equivocadas por los motivos equivocados, hasta puede que voltee los más halagüeños pronósticos. Incluso a los más inteligentes nos es concedida la licencia de comportarnos como unos necios durante un rato. Bien. También nosotros merecemos un descanso. Pero particularmente Pedro Sánchez, con sólo 84 diputados y su audacia tan de corto alcance, tendría que ser especialmente cuidadoso en limitar este rato.

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