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La Tercera

Gente horrible

«El mundo que ya no será deja ahora un rastro de cadáveres y semivivos sin trabajo ni horizonte, sin que los fatuos celestes, preocupados por la corbata y el vestido y el hueco de la sonrisa y los sondeos internos del gurú omnipotente que susurra al califa para ser el verdadero califa, sepan siquiera contar las bajas»

Rodrigo Cortés

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Es hora de aceptar que estamos en manos de gente dañada, gestores desnaturalizados de nuestras vidas. Mentirosos vacíos, odiadores. Gobernantes, gobernantas, aceituneros altivos, enamorados hasta el desvío de sí mismos, con la fortaleza de carácter del hijo único, eternos caprichosos incomprendidos, enrabietados intocables, de lección ... en lección, tiránicos siempre. Nadie sabe de qué son instrumento, pero algo se expresa a través de ellos, ellas, elles, quizá la mediocridad creciente de un pueblo infantil y dividido que confunde cualquier apetencia con un derecho natural. Si somos el fruto de padres medrosos que nos convencieron de que éramos singulares, nuestros hijos serán aún peores, porque seremos su semilla, nosotros, los eternamente indignados, los convencidos de haber llegado a la cima del conocimiento por haber estudiado un poco más que otros más capaces que no pudieron hacerlo. Las redes exhiben la estupidez profunda de miles de sabios entre los veinte y los cincuenta que usan -usamos- a diario nuestra capacidad razonadora para unir erradamente los dos o tres puntos que nos caen delante de la cara sin darnos siquiera cuenta de que se nos escapa todo lo demás y que todo razonamiento es, por tanto, falaz, indefectiblemente simplista, inevitablemente falso. Saber un poco es peor que no saber nada, pensar un poco es peor que no hacerlo, la inteligencia es la maldición del irresponsable, que va de colofón en colofón, de conclusión definitiva en conclusión definitiva, envanecido por su capacidad de discurrir, como si la hubiera inventado, con el cerebro echando fuego y piedras cada vez que pare un ratón.

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