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Editorial ABC

Relato de una agresión terrorista

ETA ha dejado de matar, pero ha legado un ambiente de miedo que aún perdura, porque sigue viva una ETA social que no mata, aunque hace la vida muy difícil a muchas personas

ABC

El relato en primera persona de las agresiones sufridas en un bar de Alsasua por dos guardias civiles y sus parejas deja sin coartada a unos acusados que pretendieron convencer de su inocencia al tribunal con excusas baratas. El teniente agredido narró con detalles estremecedores la brutalidad de la paliza, planificada y ejecutada en grupo, que le infligieron al menos cuatro de los acusados, a los que reconoció «sin ningún género de duda». La víctima describió los golpes que recibió por todas partes del cuerpo, mientras seguían llegando proetarras al bar para participar o deleitarse en el linchamiento de los agentes y sus novias. Víctimas sin posibilidad de defenderse, agredidas por la espalda y sin recibir la más mínima ayuda de nadie. Esto no fue «una pelea de bar», sino una paliza de matones a unas víctimas que ya estaban señaladas, porque el testimonio del teniente refleja el temor con el que aún viven los agentes de este Cuerpo y sus familias en localidades como Alsasua. Mandar a la familia fuera, no salir nunca solo o no entrar en determinados locales eran algunas de las recomendaciones que recibían los agentes. ETA ha dejado de matar, pero ha legado un ambiente de miedo que aún perdura, porque sigue viva una ETA social que no mata, aunque hace la vida imposible o muy difícil a muchas personas. Algo no funciona cuando dos guardias civiles han de declarar tras una mampara.

En Alsasua, en plena campaña para expulsar a la Guardia Civil, con pintadas y amenazas, incluso con hostigamiento a vecinos afines al Instituto Armado, lo que sucedió aquel el 15 de octubre de 2016, si no es terrorismo, se le parece mucho. La última palabra la tiene la Audiencia y su decisión debe ajustarse a la legalidad penal. La valoración que haga la Justicia será la que zanje el asunto legalmente. Pero en el terreno político no deben ser los jueces los que pongan punto final forzado a una historia que no ha terminado. Las víctimas de Alsasua son víctimas de la «etarrización» de ciertos ambientes de la sociedad vasca, decididos a ejercer de albaceas de ETA. Por eso, los agredidos están rindiendo un nuevo servicio a España declarando todo lo que sufrieron; la Fiscalía y los jueces también cumplen con su labor. Para la derrota histórica de ETA hace falta algo más: renovar la movilización política y social que venció a los pistoleros, porque sus herederos siguen campando a sus anchas, amenazando a nuevas víctimas, homenajeando a viejos asesinos.

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