La realidad y el deseo
Llegó la hora. El Real Madrid ya es de Florentino Pérez. Ha venido como un torrente de esperanza, que -dice el refrán- es lo último que se pierde. Más allá de la esperanza , el abismo. Quiere hacer en un año lo que no se ha ... hecho en tres: una revolución. Para que el Real Madrid -ese es el deseo de todos los blancos- recupere el tiempo y el prestigio perdidos. Nos obliga no sólo el deseo sino la realidad con la que nos hemos tropezado. El Barça nos ha dado una lección completa en un solo año... ¿Podrá el Real Madrid devolver «el golpe» en una temporada? Ahora se habla de Pellegrini para el banquillo. Se nombran fichajes inmediatos que, lo espero vivamente, no tengan nada que ver con aquella frase tan pinturera y poco efectiva de «pavones y zidanes». Convendrían más «míchel y más sanchís», por ejemplo. Menos modelitos con mechas y menos amanecidas en bares nocturnos de «los especialistas». La realidad no engaña: el Madrid necesita un cirujano de hierro, un psiquiatra químico y un director de orquesta que sepan que el deseo de los millones de aficionados blancos es recuperar de inmediato lo que siempre ha sido el Real Madrid. Pido sólo lo que pediría Bernabéu de estar ahora aquí. Exijo, como socio, una seriedad que siempre ha sido nuestro mejor escudo; una disciplina, una ética y una estética que vengan a conseguir cuanto antes que el Real Madrid sea lo que fue siempre: un referente universal del mejor fútbol mundial. Se supone que Pérez ha venido para hacer esa revolución. Se supone que puede (y debe) hacer esa revolución, aunque haya que arrancar raíces que con el tiempo se han transformado en rémoras. Lo exige el deseo y nos obliga la realidad del Real Madrid.
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