Horizonte
El bombo de 2020
Ya cuando llegó Sánchez en 2018 hizo una masacre de la mano de Borrell
En un día como el de ayer, en que una vez más vimos a un ministro como Grande-Marlaska mentir en rueda de prensa sin el más mínimo rubor, hubo otros datos muy reveladores de cómo el Gobierno está pervirtiendo las instituciones del Estado en ... favor de la ideología que intenta implantar por vías no necesariamente democráticas.
Por ejemplo la gestión de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, que ha aprobado su remodelación de cargos en el Ministerio. En esa Casa, los embajadores son cargos nombrados por el Consejo de Ministros y cinco cargos más son de asterisco, es decir, de designación libre por el titular de la cartera. El resto va al «bombo», donde se adjudican por antigüedad y méritos para el puesto pretendido. Hasta ahora, claro.
Ya cuando llegó Sánchez en 2018 hizo una masacre de la mano de Josep Borrell y se llevó por delante 40 diplomáticos que llevaban poco más de un año en su destino. Lo normal es un mínimo de tres. Uno de los casos más notables fue el de Gerardo Bugallo, que era embajador en la Santa Sede. ¿A dónde enviaron a Bugallo? Al gabinete de cifra en el Ministerio. A mandar telegramas. Dos años después Bugallo tenía legítimas aspiraciones a un nuevo destino. Modesto en sus aspiraciones, pretendió ser consejero cultural en Tokio -donde ya había estado en ese cargo- o cónsul general en Salvador de Bahía donde te juegas la vida en cada esquina. A pesar de haber sido director general de Asia cinco años, le niegan Tokio y se lo dan al director de Casa Asia en Barcelona. Y Salvador de Bahía se lo niegan también «por sus críticas al Gobierno en las redes». Lo que no está mal considerando que si le buscan en Twitter, Facebook o Instagram, no le encontrarán. ¡Ah!, pero parece que mandaba a sus amigos y conocidos mensajes por WhatsApp. Y como es miembro del Gabinete de cifra, su teléfono está intervenido. Así funciona este Gobierno.
El que sí tiene cuentas en las redes es Andrés Perello Rodríguez, embajador representante permanente en la Unesco, que el lunes se vanagloriaba de la reunión de la permanente del PSOE, que fue ponente de la Memoria Histórica y que desde el 12 de marzo cobra en Valencia su sueldo de embajador en París. Además, en su cuenta de Facebook tiene un anagrama de la República Española. Él, un embajador del Rey de España.
En el campo contrario está el diplomático que tiene el currículo cultural más brillante de la historia de la carrera diplomática española. Fernando Villalonga ha sido vetado para el puesto de consejero cultural en la embajada en Washington. Villalonga ocupó ese cargo en las embajadas de España en Buenos Aires y Londres, fue director de la Academia de España en Roma, secretario de Estado de Cooperación y para Iberoamérica con competencias culturales, consejero de Educación Cultura y Deportes de la Generalidad Valenciana, concejal delegado de Cultura en Madrid, presidente de la Fundación Telefónica. Nimiedades. El cargo ha sido para un candidato más inexperto, pero avalado por la subsecretaria del Ministerio de Cultura, lo que es una ilegalidad. Más inexperto, pero más afín, claro.
Todo esto ocurre bajo el mando de González Laya, que llegó al Gobierno de la mano de Calviño y Ribera, hoy en horas bajas. Pero no tanto como ella, a la que se candidata ahora a la dirección de la Organización Mundial de Comercio como perfecta «patada para arriba». El equipo de La Moncloa no soporta a la ministra que durante toda la pandemia se ha limitado a hacer llamadas de teléfono y escribir tuits. Lástima, parece que hay posibilidades de un candidato africano. Y eso obligaría a destituirla. Con lo fiel que ha sido ella a la revolución pendiente…