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El PSOE no es el Estado

JOSÉ Luis Rodríguez Zapatero, secretario general del PSOE, se trasladó el pasado domingo a Dos Hermanas (Sevilla) para intervenir en un mitin de su partido utilizando un avión militar, puesto a su disposición en calidad de presidente del Gobierno. La confusión del plano institucional con la política partidista no es aceptable en una democracia madura. El Falcon 900 que despegó de Torrejón por la mañana y regresó a la misma base por la tarde es un bien público al servicio del Estado; por tanto, de todos los españoles y no sólo de los afiliados al PSOE. Durante la etapa del gobierno del PP, José María Aznar utilizaba un avión alquilado por el partido para desplazarse a este tipo de actos. En cambio, todavía perdura en la memoria colectiva el caso del Myst_re al servicio de las aficiones personales del entonces vicepresidente Alfonso Guerra, sin olvidar la célebre definición de los miembros del Ejecutivo como «bienes de Estado» atribuida a un ministro de Felipe González. En caso de que cualquiera de los predecesores del presidente del Gobierno hubiera actuado así, sería igualmente reprobable. El Código de Buen Gobierno, supuesto modelo de austeridad y buenas prácticas, prohíbe expresamente hacer un uso impropio de los bienes y servicios puestos a disposición de los altos cargos. Es llamativo que el presidente del Gobierno se considere a sí mismo liberado de la enojosa obligación de distinguir entre su función como cargo institucional y como líder de partido. No está de más recordar que los asistentes al mitin sevillano fueron debidamente ilustrados sobre un nuevo modelo económico basado en las energías renovables y el desarrollo sostenible. Sin embargo, no consta que fueran informados acerca del medio de transporte utilizado por el distinguido orador, tal vez porque todavía los aviones militares no están adaptados a estas nuevas pautas energéticas.

Rodríguez Zapatero ha cometido un grave error. En plena crisis económica, la opinión pública muestra una especial sensibilidad ante los excesos de la clase política, que debe extremar el cuidado ante cualquier actitud de privilegio. La financiación de los partidos es más que suficiente para dar cobertura a las necesidades de intendencia de sus dirigentes. Además, este tipo de actuaciones supone una ruptura de la igualdad de armas electorales entre los candidatos. Una y otra vez, los socialistas demuestran una peculiar doble vara de medir, puesto que se muestran inflexibles con los adversarios al tiempo que disculpan estas actuaciones intolerables a cargo de los suyos.

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