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La prostitución del PSOE

La izquierda ha vendido su alma en Andalucía para pasar a la historia del lenocinio político

Alberto García Reyes

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Pagar putas con dinero público no era un escándalo cuando había talento. El Museo de Arte Moderno de Nueva York soltó 28.000 dólares por «Las señoritas de la calle de Avinyó» de Picasso, con lo furcias que eran aquellas muchachas de senos triangulares, y ... a Sabina lo han contratado centenares de ayuntamientos para cantarle a «Viridiana», la gran rabiza de su repertorio. Las feministas subvencionadas se escandalizan ahora por el asunto de la prostitución, pero desde las hieródulas de la antigua Mesopotamia, todas las civilizaciones han frecuentado la esquina donde se venden los besos a granel. Pompeya es un nido de lupanares esculpidos bajo la lava para certificar el poder de Scylla, la meretriz romana que retó a Mesalina a devorar más hombres que ella en una sola noche. Y así podemos llegar hasta las más eximias figuras del putaísmo artístico, desde Areúsa en «La Celestina» a Delgadina en la obra de Gabriel García Márquez, personajes todos que se estudian actualmente en los colegios públicos. Quiero decir que la relación entre las minoristas del sexo y la Administración tiene muchos puntos de vista. Por eso hay que analizar con calma las saturnales del señor de la Junta de Andalucía que presidía una fundación creada para dar trabajo a familiares de socialistas. Lo de este hombre no es exactamente artístico, pero sí meritorio. Cargó al erario sus desahogos testiculares en mancebías de varias provincias para completar el repertorio del desmadre andaluz, en el que ya conocíamos los despilfarros en cocaína con dinero de los ERE. Todo el mundo sabe que para alcanzar un nivel alto de golfería, además de esnifar, hay que convidar a luces de colores. Así que en la Junta cumplieron el requisito y se dejaron en izas más de 35.000 euros.

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