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En primera fila

Preocupaciones cuánticas

La nueva computación será capaz de reventar nuestras claves y el Gobierno no tiene aún un plan para protegernos

Ana I. Sánchez

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¿Cuántos años tardarán los ordenadores cuánticos en descifrar las claves secretas de nuestros correos electrónicos, de nuestras cuentas bancarias o, peor aún, de nuestros sistemas nacionales de seguridad y defensa? ¿A partir de qué momento podrán acceder a nuestros historiales médicos y exponerlos a ... nuestros empleadores, nuestras aseguradoras o a traficantes de órganos? Desde que Google anunció hace diez días su hito alcanzando la supremacía cuántica en computación para resolver un problema real mi turbación va en aumento según compruebo que nuestros gobiernos -el español y el europeo- están completamente dormidos ante esta compleja pero amenazante tecnología. Sabemos, por ejemplo, que será capaz de descifrar los sistemas actuales de claves secretas en cuestión de segundos y permitirá desarrollar herramientas de ciberseguridad impenetrables. Y eso, en román paladino, significa que el primer país en alcanzar ese nivel de desarrollo podrá intervenir las comunicaciones de las demás naciones, espiarlas o atacarlas, sin que ninguna sea capaz de contestar de la misma manera. ¿Se imaginan que pasaría si China fuera la primera potencia en conquistar ese hito? Pues sepan que lo está intentando. Pekín ha decidido invertir 10.000 millones de dólares en esta tecnología hasta el año 2030 (y algunas de sus corporaciones multinacionales están invirtiendo cantidades similares). La Unión Europea, de momento, no piensa dedicar más de 1.100 millones de dólares en los próximos cinco años. Y España, mientras tanto, ni siquiera ha publicado un plan estratégico, no ya para entrar en la carrera, sino simplemente para proteger a sus ciudadanos -especialmente a los más vulnerables- frente al uso que delincuentes o países rivales puedan hacer de esta tecnología. Y aún más triste es que nadie de la oposición lo reclame. En la permanente campaña electoral en la que vivimos solo importa el corto plazo y los problemas trascendentes quedan relegados a un segundo plano mucho más que antes.

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