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Preámbulo para la república

Pemán sabía que la monarquía, en un país como España, no resulta viable si se somete a «modernizaciones»

Felipe VI Fabián Simón
Juan Manuel de Prada

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¡Nos duele tanto tener razón, cada vez que profetizamos calamidades! Dostoievski nos advertía que los pueblos tradicionales, cuando son infectados por ideologías y costumbres modernas, no reaccionan como vacas pastueñas, al estilo de los pueblos inanes que se uncieron el yugo protestante, sino que ... se metamorfosean y revuelven furiosos, despedazando aquello que antaño encumbraron. En los países uncidos al yugo protestante es posible mantener monarquías de postal turística, con reyecillos de opereta que se dedican –Gómez Dávila dixit – a «comprar el mayor número de objetos, hacer el mayor número de viajes y copular el mayor número de veces», imitando las aspiraciones de cualquier demócrata. Pero esta pantomima decadente no sirve para los países tradicionales, donde la monarquía sólo es sostenible mientras sea –como afirmaba Pemán en estas mismas páginas, ejerciendo también de profeta de calamidades– «de tipo tradicional, social y representativa»; pues cualquier otra fórmula –advertía el gran escritor gaditano—tendrá inevitablemente «sustancia republicana, incluida la propia monarquía liberal y parlamentaria, que entre nosotros ya ha demostrado ser un principio de República». Y concluía Pemán: «Sospecho que si alguien la defiende hoy en España es con intención –o al menos con riesgo grave– de que sirve de puerta y preámbulo para la República. Es la monarquía de los republicanos».

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