Las políticas del jugar con fuego
LA vida de un país episódicamente le lleva a verterlo todo, excesos y errores, en la política, sin opción a depurarse. Una recesión económica incluso contribuye a ese efecto turbador porque, al contrario de lo que un cierto patrón de racionalidad supondría, la crisis no ... introduce más cautelas ni favorece especialmente la prudencia. Eso contribuirá a salir de la recesión con retraso, del mismo modo que la racionalidad hubiese obtenido el resultado contrario.
Véase Caja Madrid. El encono en las distintas posiciones va mucho más allá de la realidad de una gran caja de ahorros con cajeros y libretas. Estamos en plena guerra de espadachines del PP al margen de lo verificable y seriamente real: que Caja Madrid requiere de rigor y transparencia, de despolitización. Lo contrario es jugar con fuego. Le cuesta al buen ciudadano entender que el partido de la oposición esté atorado de tal manera cuando lo que hace falta es pedir cuentas al Gobierno, controlarle con efectividad y ofrecer soluciones propias.
En su imparable declive, Izquierda Unida también juega con fuego. Su coordinador federal, Cayo Lara, propugna que el Gobierno socialista «se aparte de la senda del neoliberalismo» y que «la izquierda política y social debe tomar la calle para conseguirlo». Tomar la calle: el sueño corrupto de la toma de la Bastilla y del asalto al Palacio de Invierno. El mito pernicioso de la huelga general. La realidad es que ni tan siquiera la socialdemocracia ha acertado con la recesión y que las medidas más efectivas han sido las elaboradas por el centro-derecha, al menos en Europa. Así fue cómo, en las elecciones europeas, el centro-izquierda fue castigado. Ganó terreno, por ejemplo en Alemania, la izquierda de la izquierda. A eso se apunta al parecer Cayo Lara. Pero el lenguaje de tomar la calle no es inocente. No hay un grado cero en esa estrategia de jugar con fuego.
Como presunto pago por la paz social, el Gobierno ha aceptado profusamente los criterios de la UGT a la hora de preparar los presupuestos generales. Es otra política de jugar con fuego, muy acusada cuando en los preliminares presupuestarios Zapatero optó por hostigar abiertamente a las organizaciones empresariales, para favorecer al sindicalismo caduco. En la España del siglo XXI, casi nadie ignora que quienes generan puestos de trabajo son las empresas. Es más: la experiencia más reciente en cuestión de acuerdos laborales ante la crisis indica que el maximalismo sindicalista ha abortado formas de entendimiento que hubiesen aliviado de modo claro lo que al final han sido cortes drásticos. Política del jugar con fuego por parte de la UGT, a costa de perder horizonte social y esquilmar su ya tan menguada representatividad. Es el precio por tener un lugar al sol de La Moncloa.
Un estamento muy distinto a la política o al sindicalismo, aunque con complicidades trasversales de todo tipo, es el de los intelectuales de la izquierda. Para algunos analistas de la derecha, el zapaterismo tan sólo concede sus favores a un intelectual colectivo: el sector del cine. En términos de sustancialidad intelectiva, eso es reduccionismo. Hay en España intelectuales de izquierdas cuya independencia reflexiva merecería mayor difusión, pero en general el diseño de nuevas costumbres o aires futuros es obra de un conjunto intelectual-medio, «middlebrow» o «pop», que tanto puede ser guionista de serie de televisión o teólogo liberado, con una permanente propensión a jugar con fuego haciendo de la trasgresión una norma. Quien no ande jugando con fuego que tire la primera piedra.
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