Perder el tren

Vetar la fusión Alstom-Siemens es no entender el mundo

Padecemos una oleada creciente de desprecio hacia el proyecto europeo, bien cebada por Rusia y el trumpismo, que saben que la UE supone un importante rival económico y una alternativa exitosa de filosofía vital. Para dicha putiniana, hemos caído en burdos desahogos populistas de pésimo ... resultado (véase el sarpullido violento de los chalecos amarillos; lo bien que le va al Reino Unido con su Brexit; o la tragicomedia de Italia, que se escurre por la alcantarilla de la recesión tras su gran idea de encomendarse a los eurófobos de Cinco Estrellas y la Liga). No queremos ver que la UE, con todos sus problemas, que los tiene, todavía constituye un oasis, con una seguridad, unos servicios públicos, unas libertades y una vida lúdica y cultural de escaso parangón.

El problema es que el milagro europeo puede estar alcanzando su caducidad, en parte por nuestro propio desprecio. El tamaño de Europa no concuerda con la hegemonía que ostentó durante casi cuatro siglos, lograda con las herramientas del comercio, la ciencia, las luces ilustradas, la seguridad jurídica y los cimientos morales judeocristianos (amén del trabajo a destajo de muchas generaciones de anónimos). Si se toma la historia en conjunto, lo normal es que la primera potencia sea China, que ahora está retomando su posición natural. Quienes pagan ese ascenso son Europa y Estados Unidos. La vanguardia del progreso se está fugando a Asia (véanse los últimos y pésimos datos industriales en Alemania y España).

China arrastra un talón de Aquiles -la falta de libertades, que cercena la creatividad-, pero cuenta con una población inmensa, que podría llegar en realidad a los 1.600 millones, disciplinada y volcada en el trabajo. India, el segundo coloso, tiene 1.339 millones de habitantes, y a su anárquico modo también sube. El líder mundial, ya enfilando el declive, es EE.UU., con 309 millones de habitantes. La UE puede medirse económicamente con esos gigantes, pues suma 508 millones de ciudadanos bien formados, ofrece seguridad jurídica y dispone aún de muchas multinacionales enormes. Pero España, Italia, Portugal, Holanda... son pesos pluma en la pelea global. Ni siquiera Francia, Alemania o el Reino Unido podrían disputarla con éxito. Por desgracia el nacionalismo populachero que nos asuela no asume algo tan sencillo.

Días atrás, Competencia de la UE vetó la fusión del fabricante de ferrocarriles alemán Siemens con el francés Alstom. La operación habría permitido crear un campeón europeo capaz de enfrentarse a la china CRRC, compañía estatal que aunque no ha desembarcado todavía en nuestro continente ya es el mayor proveedor de trenes del mundo, con un 71% del mercado, frente al 10% que suman Alstom y Siemens. La comisaria danesa de Competencia paralizó la fusión europea, argumentando que dañaba los intereses de los consumidores. Ceguera cortoplacista. Lo que hará verdadero daño a los europeos es no contar con empresas capaces de competir en las ligas planetarias. Europa debe sacudirse el ensimismamiento en el terruño y el timo de los partidos mágicos, o arruinará a las generaciones venideras.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios