El perdedor y el cándido
Sánchez vuelve a ensayar un truco Houdini para sobrevivir
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Iniciar sesiónSe le llama desahuciado, hundido, pero perdedor me parece más acertado. Pedro Sánchez no ha ganado una batalla en su entera trayectoria política y si entró en La Moncloa fue por la puerta trasera. También su vuelta a la cima de su partido le ha ... llevado a la derrota ignominiosa de sus planes de gobierno. Es verdad que no se da por vencido y prepara su última batalla contra quienes tumbaron sus presupuestos, presentándose como el que se enfrentó al nacionalismo catalán y no accedió a sus demandas de independencia. Como si no supiéramos que no tenía poderes para ello y que su palabra vale más o menos lo que la de Torra. Con el agravante de que, a la fama de perdedor, se une la de gafe. Todo el que se relaciona con él se hunde, desde Susana Díaz a los secesionistas. No por nada los presidentes de comunidades socialistas intentan separar sus elecciones de las generales, para que no les alcance el mal fario. Y de esto no le salvará la militancia, como la otra vez, porque ahora decide todo el electorado. Él, de todas formas, no se rinde, y saca a pasear el cadáver de Franco como muestra de que ha ganado la Guerra Civil. Sin saber otra vez dónde meterlo. Genio y figura. O más bien, error tras error. Patético.
En el otro extremo del espectro político, pero compañero de desgracias, se encuentra Oriol Junqueras. El líder de ERC fue el primer encausado en declarar en el proceso del procés y tampoco desilusionó. Aunque física y temperamentalmente son opuestos, tienen en común el desprecio de la verdad, la tendencia al victimismo y una ceguera del mundo real que asusta, tratándose de personajes con responsabilidad pública. En su largo, monótono relato de la aventura independentista, Junqueras añadió a las conocidas tesis soberanistas -«somos partidarios del diálogo» (cuando por diálogo entiende que se acepten sus tesis); «hemos encontrado siempre ante nosotros una silla vacía» (cuando la vicepresidenta Santamaría se cansó de ir a Barcelona para hablar con él; «mi partido defendió siempre la convivencia» (cuando se rebeló contra la República en 1934); «la Constitución Española no prohíbe votar» (cuando se funda en la indisoluble unidad de la Nación española), «no hubo violencia el 1-O, excepto por parte de la Policía» (cuando todos vimos lo ocurrido aquella noche, aparte de que esa violencia continúa o ¿qué son los cortes de autopistas con barreras de neumáticos ardiendo?)», que desembocaría en un «Yo amo a España» con voz emocionada. Incluso agradeciéndoselo, hay que decirle que, amores como el suyo, no, gracias. Si hubiera permitido a los fiscales interrogarle, seguro que le hubiesen puesto en más de un aprieto. Pero no lo permitió.
En cualquier caso, ya conocemos la estrategia de los hasta ahora cómplices contra la España salida de la Transición. Mientras los líderes separatistas dejan a sus defensores acusar a España de todos lo desmanes antidemocráticos, ellos se presentan como niños buenos, serios y honrados, Sánchez vuelve a ensayar un nuevo truco Houdini para sobrevivir. No debe olvidar que Houdini no salió vivo del último.
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