Suscribete a
ABC Premium

Pasión de Judas Iscariote

Para que nadie dudase de mis intenciones, entregué a Jesús con un beso

Juan Manuel de Prada

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Cuando supe que Jesús predicaba el advenimiento de una nueva era, me incorporé a su séquito. ¡Había deseado con tanto ardor que la religión de nuestros padres fuese la antorcha que incendiase el mundo! Pero no tardé en descubrir, consternado, que las palabras de Jesús ... eran alienadoras, pues no respondían a un programa que asegurase a los oprimidos la conquista del poder. En lugar de encabezar una revuelta contra los opresores de Roma, Jesús curaba al criado de un centurión; y, cuando le mostraban una moneda con la efigie del César, ni siquiera exhortaba a la rebeldía fiscal. Es verdad que condenaba a los acaparadores; y que en cierta ocasión expulsó a los mercaderes del templo armado de un látigo. Pero en lugar de reclamar la confiscación de las riquezas, exhortaba a los oprimidos a vivir sin afanes, como los lirios del valle y los pájaros del cielo. Cuando, como todo el mundo sabe, no hay revolución posible si a los desheredados no se les incita con el afán de recuperar su heredad.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia