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El Contrapunto

Nuestros hijos, «sus» niños

La ofensiva contra el «pin parental» no defiende la libertad, sino el monopolio del pensamiento políticamente correcto

Isabel San Sebastián

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Salvo prevaricación flagrante, dudo que la denuncia aireada por el Gobierno contra el llamado «pin parental» llegue a buen puerto en los tribunales, en el supuesto de que finalmente se presente. El artículo 27 de nuestra Constitución establece claramente: «Los poderes públicos garantizan el derecho ... que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones», y sobre esa base legal descansa el sistema de control puesto en marcha por la comunidad autónoma de Murcia, que permite a los progenitores autorizar o no la asistencia de sus hijos a determinadas actividades extracurriculares destinadas a impartir enseñanzas insertas en ese terreno resbaladizo de lo religioso y lo moral. Podrá gustar más o menos la iniciativa, pero es incuestionable su carácter constitucional. La brutal ofensiva del Ejecutivo contra esa medida no pretende por tanto defender ninguna libertad, sino salvaguardar el monopolio del pensamiento políticamente correcto que ostenta la izquierda. Un monopolio cuya preservación pasa necesariamente por ejercer un dominio absoluto sobre los medios de comunicación, con especial acento en las televisiones, y por supuesto someter el sistema educativo a un férreo control ideológico, que es de lo que se trata. Nuestros hijos son nuestros a efectos de manutención y responsabilidad, pero los niños son suyos. Campo fértil abonado para su siembra sectaria. Cera virgen de su propiedad, sujeta a su manipulación.

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