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Qué monstruos de la publicidad

EN la foto las dos, Trini y Bibi, sonrientes, con esa cara de encantadas de haberse conocido que se les puso cuando las nombraron ministras y que aún no se les ha quitado. Son el rostro mismo de la felicidad. Se sienten como redentoras de ... la condición femenina. Están las dos contentísimas consigo mismas. ¿Por qué? Ah, ¿por qué va a ser? Por el máximo avance que nunca se logró para la mujer en sociedad alguna, por avanzada que fuera. Porque en España, por fin, ellas dos solitas han conseguido lo que todo el mundo pedía, lo que quitaba el sueño a la gente, lo que las pancartas solicitaban y los gritos de las manifestaciones reclamaban: la píldora del día después sin receta y sin límite de edad, ¡hala!, barra libre, ¿quienes son los médicos y quiénes son los padres para impedir este derecho de la mujer? Por eso sonríen. Gracias, Trini; gracias, Bibi, a vosotras os lo debemos, que una chavala menor de edad no pueda comprar tabaco en el estanco, ni güisqui para la botellona, ni pueda conducir un coche o un vespino, pero ha conquistado con vuestra colaboración este supremo derecho de matarse si le da la gana y al que le dé que perdone. ¡Viva el progreso y la modernidad de la Trini y la Bibi, que poco sonríen para el avance que han conquistado para la libertad de la mujer, a carcajada limpia tenían que estar!

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