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Los moderados, contra Bolonia

Muchos medios de comunicación buscan identificar las manifestaciones y las reacciones contra el archiconocido Plan Bolonia como meras refriegas de radicales violentos de ideología «izquierdista». Agresiones, quemas de contenedores y demás actos de índole delictivo se han convertido en los protagonistas de la mayoría de las cadenas y periódicos, y sólo si hay suerte y ha habido carnaza suficiente como para llenar treinta segundos o media columna de su formato. En cambio, algo que ha sido siempre innato a la Universidad, como la reflexión y el debate público, cada vez brillan más por su ausencia en nuestra mal llamada «sociedad de la información».

Pero aún así creo que hay que insistir en el mensaje. Porque a Bolonia, a pesar de lo que les gustaría a algunos, no se opone sólo una minoría de violentos, sino una mayoría pacífica cien veces más numerosa. Porque contra Bolonia estamos los moderados y los radicales, los de izquierdas y los de derechas, los profesores y los alumnos. Porque claro que a todos nos encanta que nuestro título sirva en toda Europa, y que haya clases más prácticas y grupos más pequeños. Eso «mola mazo», como algunos piensan que hablamos los jóvenes de hoy en día. Pero también nos gusta que, efectivamente, ese título que tardamos tantos años en conseguir «sirva» para algo, y que no quede degradado. Nos gusta no tener que pasarnos media vida pensando en cuántas letras nos quedan por pagar por la educación recibida o, peor aún, pensando en que no pudimos contar con una formación por todas las letras que tendríamos que haber pagado.

En definitiva, una inmensa mayoría estamos contra Bolonia, quizá no presentes en las manifestaciones, y seguro que no quemando contenedores, pero estamos ahí. Porque creemos en la igualdad de oportunidades, en que la educación para todos es la vía para alcanzarla. Porque, incluso desde un punto de vista meramente pragmático, el acceso a ésta es la única forma de renovarnos y avanzar hacia el desarrollo. Y porque somos tan ingenuos como para seguir considerando la enseñanza universitaria como una forma de «educación».

Héctor Calvo,

estudiante de la Universidad Autónoma de Madrid

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